miércoles, 17 de diciembre de 2008

GRANDES INVENTOS DE LA HUMANIDAD: LA CROQUETA.


Dedicado a todos los que dicen cloqueta. O cocleta. O rizando el rizo, clocleta.


A pesar del pertinaz pánico que me dan las medusas de biblioteca, decidí zambullirme en la historia y bucear entre los voluminosos y antiquísimos libros que pueblan mi librería estilo Luis XVI para descubrir el verdadero origen de la croqueta, ese pequeño objeto de deseo que ocupa, admitámoslo, un privilegiado lugar en nuestros corazones.

Dejadme que proceda a contaros qué descubrí, pues tiene su miga.

Y empezaré diciendo que todo comenzó gracias al afán de James Croquet, un inventor del siglo XVIII que nació en Segovia en 1578 pero que vivió gran parte de su vida en un pueblecito de los alrededores de París, donde llegó dando una vuelta y se quedó por miedo a volver de noche.

El objetivo de James Croquet siempre fue dar con el invento que le lanzara a la posteridad, y en ello trabajó noche y día, sin descanso, desoyendo los consejos de sus amistades y familiares, que llegaron a pensar que James había enloquecido cuando lo escucharon tararear canciones de Astrud, a quienes dios tenga pronto en su gloria.

Pero un buen día Mr. Croquet salió de su habitación con una fiambrera en las manos y una sonrisa de oreja a oreja que evidenciaba que su trabajo había dado sus frutos. Raudo y veloz montó en su bicicleta y pedaleó como nunca lo había hecho para ir a la oficina de registros y patentes. En vista de que no avanzaba, pedaleó como siempre lo había hecho y bien fuera por las leyes de la dinámica, bien fuera por las de la tradición, llegó mucho antes a su destino.

Con los ojos llorosos por la grandeza del momento, le dijo al encargado:

- Sebastián, lo he conseguido. He inventado la croqueta.
- ¡No jodas! ¿A ver, a ver?

Y James abrió la fiambrera para mostrar al mundo su proeza y, de paso, para que el tal Sebastián certificara su paso a los anales de la historia.

- Ejem, Señor Croquet, con todos mis respetos, esto no puedo patentarlo como la croqueta. Me temo que lo que tiene en la fiambrera ya ha sido inventado antes.
- ¡Pardiez! ¡Mal parto me raya, o como se diga!- contestó iracundo el inventor frustrado - ¿Y cómo se llama el invento, si puede saberse?
- Bocadillo de calamares. Fue inventado en Madrid, y está compuesto por pan, un poco de aceite, calamares a la romana y, para los paladares más exquisitos, mayonesa.
- En efecto, la fórmula es la misma, diantres. Márchome para casa, ya que un simple obstáculo no bastará para vencer mis ansias de fama.

Y tras soltar esta frase tan pedante, emprendió el trayecto de vuelta al hogar, haciendo un alto en el camino para zamparse el bocadillo de calamares, ya que el hecho de que estuviese inventado no era óbice ni cortapisa para que no pudiera ser deglutido como mandan los cánones.

Cumpliendo su propio vaticinio, no sucumbió al desánimo nuestro hombre. Volvió al cabo de un tiempo a la oficina con el prototipo de la nueva croqueta, pero otra vez se le habían adelantado. Fue el segundo en inventar el gazpacho.

Y lo mismo le sucedió con la natilla de chocolate, el higo chumbo, la broca del 15, el gim for 8, el punto de libro con frases de Tagore, la mortadela con trocitos de oliva, la gominola en forma de botella de coca cola, el azulejo con la inscripción dios bendiga cada rincón de esta casa y la melodía de Aserejé para el móvil, que además de copiada, era estúpida porque la invención de las Ketchup no llegaría hasta muchos años después.

Desgraciadamente, apuntillo con musicalidad.

Llegados a este punto, no peco de soez si digo que nuestro común amigo estaba, como se dice en los círculos más modernos, hasta los mismísimos cataplines. Así que decidió darse una última oportunidad. Inventaría una última cosa, y si estaba ya inventada, se dedicaría a la escritura de libros de Ana Rosa Quintana, ocupación en la que no importa si copias, como todos ustedes, excelsos lectores, saben perfectamente.

Ni corto ni perezoso se volvió a recluir en su habitación y entre ollas, sartenes e ingredientes varios se puso a cocinar lo que sería, de una vez por todas, la croqueta. Tres días después, tenía algo. Pero esta vez quiso asegurarse de que no la cagaba, ya que había notado en Sebastián cierto recochineo en sus últimas visitas.

Por tanto, llamó a su mujer y le enseñó su postrera versión de la croqueta.

- James, querido, te quiero mucho, pero déjame que te haga una pregunta.
- Di, querida mía.
- ¿Tú eres tonto?
- ¿Por?
- Pues zopenco, esto que has inventado se llama puchero. O cocido, según ubicación geográfica. Eres menos original que Ana Rosa Quintana- contestó su mujer, poco delicada y poco enterada de que yo había utilizado ya a la presentadora para hacer un chiste unas cuantas líneas antes, con lo cual, la poca gracia que tenía se fue por el desagüe.
- ¿Y ahora qué hago yo con esto?
- ¿A mí qué me cuentas? – contestó jocosa- Si te parece, ja, ja, lo que sobra lo aplastas todo, haces pelotitas, las recubres de pan rallado, las fríes en aceite y te las comes…
Y venga, va, bájate a cenar, que empieza el fútbol.




(Este espacio en blanco denota momentos de tensión creativa…)





- ¡Ah carambos! (James Croquet hubiese dicho eureka, pero le daba la sensación de que ya alguien lo había dicho antes)


Y así, de esta forma tan imbécil, se inventó la croqueta, como quien no quiere la cosa. Y aquí estoy yo, un humilde escriba, rebuscando entre legajos aceitosos para perpetuar el nombre de James Croquet, a quien también se le conoce por su última frase antes de morir apalizado por su mujer cuando lo encontró en brazos del equipo femenino sueco de voleibol:

- Tiran más dos croquetas, que dos carretas.

Bon profit.

domingo, 14 de diciembre de 2008

A vueltas con el capitán



La vida de un hombre de acción como yo está repleta de cambios. Y no me refiero a mi sana costumbre de renovar mi ropa interior cada mes, sino a cambios más profundos y radicales que hacen que la vida no se convierta en un rutinario ir y venir de aconteceres diarios.

Así, cuando era pequeño, decidí cambiar de padres y usando el viejo truco de asirme de la mano de una señora despistada a la salida del colegio, pasé de ser el tercero de once hermanos hijos de una cupletista y un embalsamador de mandriles a ser el hijo único de una pareja de arquitectos celebérrimos. No fue éste el único cambio radical en mi vida, ya que también durante mi juventud decidí darle una bofetada al destino y dejar una exitosa carrera como cuarto trombón reserva de la Orquesta Sinfónica Schewppes para dar el salto a una de las pasiones que me ha acompañado durante toda mi existencia: los coches de lujo. Por eso me hice peajista en la autopista A7, en la salida de Oropesa del Mar, junto a Marina d'Or (Ciudad de vacaciones).

Pero tampoco me llenó, así que un día, ni corto ni perezoso salté sobre un Austin Martin que pasaba por allí, le di dos sopapos de padre y muy señor mío al conductor y me convertí en agente secreto del más alto rango.

Más o menos, lo que pasó desde entonces hasta hoy ustedes lo han ido sabiendo gracias a esta bitácora que comparto con ilusión y ciertos retrasos con mi fiel amigo el Capitán Rumikel.

Ya sabía yo que antes o después tenía que volver a oír la llamada de la selva que me animaba a volver a cambiar de aires. Fue hace un mes. Estaba yo descansando en mi sofá de escay mirando las noticias de Lorenzo Milá y preguntándome qué habrían hecho los padres de estos chicos para tener dos hijos así cuando un brusco ruido de puerta rompiéndose me sobresaltó un poco. Instantes después, en mi salón se presentaron dos señores bien parecidos a armarios roperos ataviados con traje negro, gafas de sol y metralletas. No sé por qué he dicho las metralletas al final, puesto que fue en lo primero que me fijé y señores con las dos primeras cosas se ven bastante mas. Pero ya está escrito. Ojalá alguien invente algún día una herramienta para volver atrás y poder borrar o modificar lo escrito en el ordenador. ¿Imaginan? Nota mental: inventar una herramienta así en cuanto mis quehaceres me lo permitan.

Seguí impasible en el sofá porque estaban poniendo una noticia acerca de la muerte por envenenamiento de Lucía Etxeberría, sucedida al intentar leer sin vomitar un borrador de su próxima novela. Sin embargo, la ráfaga de disparos que los dos angelitos descerrajaron sobre mi televisor con pantalla de plasma me sugirió que quizás era el momento de prestarles un poco más de atención y dejar de hacerme el chulito.

Así que levanté la cabeza y cuando se disipó la humareda pude ver aparecer, entre las dos moles, a otra de la misma anchura pero un metro más bajo. No llevaba traje negro, sino rojo con blusa blanca. Y sobre la cabeza, un cardado con tanta laca que hubiese llevado a la oligofrenia a cualquier defensor de la capa de ozono. Una voz más cascada que la de un catador de cazalla rompió el hielo:
- Hola.
- Osti, si és la molt ilustrísima alcaldesa. Com estàs, geperudeta?
- Senyor pirotècnic, pot escomençar la mascletà.
- Com? A què ve aixó ara?
- Amunt València!Vixca la mare de Deu!
- ¿Y si lo intentamos en castellano?
- Mejor, en este idioma mis posibilidades son mayores.
- ¿Quieres tomar algo? ¿Lo de siempre, un gintonic tamaño Miquelet sin hielo y sin tónica?
- Venga.
- Y dime, vieja amiga, ¿qué te trae por aquí? Porque imagino que para ver la tele no has venido.
- Tú.
- Me lo imaginaba. ¿Otro gintonic?
- Que sean 6 más. Y escucha, porque sólo lo diré una vez. ¿Te dice algo el nombre de James Bond?
- Mmmmmmmmm, quizás un billete me ayude a refrescar la memoria.
- Era una pregunta retórica, ceporro. Como sabes, James Bond está al servicio de Su Majestad la Reina de Inglaterra. Pues bien, yo también quiero tener un servicio secreto propio, para algo soy la reina del Regne de València. Y ahí es donde entras tú, quiero que seas mi agente secreto, que desempeñes para mí las más arriesgadas misiones. Y que seduzcas a las más bellas mujeres, las amordaces y las metas en mi habitaci... eh, quiero que desempeñes misiones, dejémoslo ahí. Te pagaré, ya sabes que los valencianos otra cosa no, pero diners, ¡¡¡ne tenim a cabasaes, cheee!!!
- Tentador, sí señor, tentador. Tal vez mi vida necesite un cambio. Pero eso sí, yo no trabajo solo. Tengo un ayudante sin el cual no voy a ninguna parte salvo a los sitios a los que voy solo.
- No hay problema, ya te he dicho que los ciudadanos pagan lo que sea.
- Es que hay un problema.
- ¿Es gay? No pasa res, mientras no lo diga, no intenta adoptar ni abortar y vaya a misa, aquí se respeta la libertad de cada uno.
- No, es catalán.

Al oír la palabra, los dos guardaespaldas comenzaron de nuevo a disparar, esta vez a diestro y siniestro, llevándose por delante mis pinturas rupestres de un amigo del pueblo y mi colección de vinilos con toda la discografía de Parchís y el incunable de Jesulín de Ubrique. Finalizada la descarga, descubrí que de nuevo me había quedado solo en mi loft y que en la huída habían decidido dejar vacío mi mueble bar, que es más lo segundo que lo primero. Eso sí, tenía más agujeros en las paredes que los virus que viven en los quesos de gruyere (madre mía, la de neuronas que he perdido para encontrar esta analogía, suponiendo que esto sea una analogía).

Salí al balcón para intentar localizar a la Muy Ilustrísima, pero no había ni rastro. Desde entonces he estado esperando una llamada, pero nada. Incluso he visto cada día las noticias de Canal 9 para intentar descubrir en ellas un mensaje oculto, una señal, algo. Pero nones. Eso sí, me sé de memoria la alineación del Valencia para su próximo partido contra el Benejúzar.

Así que he decidido volver a mi vida antigua, con mi capitán, con mi blog, con todos ustedes. Si ustedes quieren, claro.

Y si eso, que cambie Rita, que así como estamos estamos la mar de bien.

martes, 9 de diciembre de 2008

¿Buscas a Vicente?


Nunca pensé que diría esto, pero me aburro sin Vicente.

La última vez que lo vi se dirigía a la tienda de discos de la avenida Borbón, él nunca ha sido muy monárquico pero le gustan los discos de Marisol.

Ayer me acerqué a la tienda a preguntar por él, pero en la esquina me sorprendió un bulldog con gabardina enseñándome sus partes nobles (no olvidemos que estaba en la avenida Borbón, y allí a la pilila la llaman así, cosas de la nobleza...) así que decidí mantener una distancia prudencial, meterme en una cafetería y esperar. Me senté cerca de la ventana y de la puerta, para observar y por si tanía que salir corriendo sin pagar. Cogí un periódico y me casqué una siesta padre sobre las paginas color salmón, el camarero me despertó y me dejó sobre la mesa un cafe con hielo y un bocadillo de sanfaina, no lo había pedido así que pensé que era todo un detalle por parte de él. Mientras el señor con bigote de la mesa de al lado no hacía más que reclamar al camarero su bocadillo de sanfaina, yo me dediqué a mirar por el cristal de la cafetería a ver si averiguaba algo de Vicente. Quizás hubiera ayudado que el cristal hubiera estado más limpio, pero no logré ver nada que lo relacionara con él.

Después de fingir una llamada urgente salí del bar corriendo, esquive otra vez al bulldog que seguía allí en la esquina piropeando a la multitud y me dirigí hacia la oficina, era el último lugar donde se me ocurriría buscar a Vicente, pero teniendo en cuenta que la última vez que desapareció volvió con un hijo, esa era mi última opción a la desesperada.

Llegué a la puerta de la oficina y me percaté que no tenía llaves, nunca las había necesitado antes, yo soy más de bufetes y de bares nocturnos de carretera. Llamé al timbre una vez para no levantar sospechas, el casero tiene el oído muy fino y hace meses que debemos el alquiler. Al cabo de un rato esperando, tiempo para hacerme la manicura con un cortauñas de marca que acababa de encontrar por la calle, apareció Vicente, con su bata de andar por casa, su copita de coñac y su puro a medio gas. De fondo se oía la canción de Marisol "estando contigo" y una voz femenina que intentaba seguir sin éxito la letra de la canción. Me bastó una mirada y un movimiento muy sutil del pie de Vicente contra mi culo para entender que llegaba en mal momento, Vicente tenía trabajo...

Así que si echan de menos a Vicente, no le busquen por la oficina, que allí no esta.

Kapitán Rumikel

Pd. espero Vicente que no te moleste la intromisión, y si le molesta, pues escriba, escriba, que la audiencia le echa de menos! Desde aqui, y si alguien ha seguido leyendo hasta el final, les invito ha dejar un comentario para que Vicente se anime y nos deleite con una nueva entrega de Las aventuras de Vicente y el Kapitán RMK, venga que es gratis.

viernes, 14 de noviembre de 2008

El capitán en su minimundo (vol 1)



Ahora que las obligaciones laborales son inferiores voy a tratar de resumirles a ustedes una de las más importantes cuitas que les han acechado durante este tiempo que llevamos en el aire. Muchos de nuestros lectores, al cruzarse conmigo me solicitan que dé más datos acerca de la persona que me acompaña en mis peligrosísimas misiones que suelen consistir, por lo general, en salvar al mundo de rufianes ineptos que pretenden subyugar a la humanidad. Rutina, vamos.

Bien, comenzaré diciendo que el Capitán Rumikel nació en 1954 en el seno de una familia muy acomodada. Tan acomodada que no le cortaron el cordón umbilical por no levantarse. Su infancia fue feliz, y nos equivocamos si decimos que la pasó jugando. De hecho, a los 6 años se escondió tras un árbol para que no lo pillaran en el escondite y ahí estuvo con la mano en la boca para contener la risa hasta 1975, cuando lo llamaron a filas.

Para evitar la mili decidió enrolarse en la marina, creyendo, infeliz, que enrolarse tenía otro significado más picante y sobre todo, que la marina era la vecina que iba tan escotada al mercado.

Ya que estaba vestido de marinero, tomó la comunión y se embarcó en el portaaviones "¿Y por qué no van volando?", donde comenzó su exitosa carrera militar. Su mayor logro, por el que fue ascendido directamente de grumete a Capitán ocurrió durante una maniobra. El joven Rumikel estaba al mando de un timón de juguete que le habían dado para que no incordiara cuando tropezó y cayó sobre el timonel de verdad, que viró a estribor, con tan mala (buena) suerte que atropelló a David Meca, que en ese momento intentaba hacer una de sus peripecias que tanto interesan a todo el mundo (risas).

Recibido como un héroe y noticia en todos los periódicos serios y en La Razón, el Capitán Rumikel pasó a la reserva. Tras varios años en barrica de roble a temperatura ideal, fue embotellado en un tetra brick de don Simón que yo compré en una tienda de delicatessen porque soy un sibarita, pero también tengo una gran capacidad de ahorro.

Lo recluté para una de mis primeras misiones en la organización: quitarle la peluca a Carrillo. Mi anterior ayudante, el gran Massimoangello García había errado las anteriores 56 veces, no porque Carrillo fuese especialmente escurridizo, sino porque Massimoangello no sabía quién era el líder comunista y trataba de arrancarle el pelo a cualquiera que veía fumando Ducados.

El capitán no necesitó más de 15 intentos y tanto mis superiores como yo decidimos que había llegado el momento de hacerlo fijo. Y por eso probamos con él el rayo paralizante que tan mal nos había funcionado con Michael J. Fox. Tras trabajar como adorno en mi despacho 5 años consideré que era el momento de lanzarlo de nuevo a las calles. Sin embargo, siempre me lo devolvían. Así que no tuvimos más remedio que meterlo en nómina, desparalizarlo y enseñarle todo lo que sabía sobre la profesión.

Cinco minutos después comenzaba la historia de uno de los dúos detectivescos que más páginas de gloria ha dado a la investigación privada.

miércoles, 5 de noviembre de 2008

Crisis. Crisis. Crisis.



No quería tocar el tema, lo prometo, llevo tiempo intentando evadirlo pero finalmente he sucumbido a la tentación. La razón, muy sencilla: la crisis nos ha dado de pleno.

Estaba yo el otro día escuchando el último disco de Jarabe de Palo para ver si me aprendo algún estribillo cuando recibí una llamada en mi nuevo I-zapatophone. Era El Jefe (sí, sí, incluso yo tengo jefe) y quería verme. Así que subí en mi helicóptero y me dirigí al cuartel general secreto. Al llegar, intuí leyendo entre líneas en las palabras de su secretaria que no me esperaban buenas noticias:

- Pasa, pasa, que se te va a caer el pelo, mangarrán.

Sí, sé que he dicho que leí entre líneas y en esta frase sólo hay una, pero mis años detectivescos me dan para eso y para mucho más. Tampoco mucho más, pero algo sí. Sinceramente, me dan para eso y gracias. ¿Puedo ya seguir con el relato o van a estar cuestionándose mis palabras todo el día?

Gracias.

Cuando entré, El Jefe me esperaba con los pies encima de la mesa. De hecho, todo él estaba encima de la mesa. En su cuello llevaba una soga que colgaba desde el techo y trataba infructuosamente de quedarse suspendido en el aire con unos saltitos bastante ridículos, por cierto, para un hombre de su edad.

- ¿Me llamaba, Jefe?
- Hombre, Vicente, pase, pase. Me pilla ocupado, ya ve, pero lo dejaré para luego, no quiero que la última cosa que vean mis ojos sea usted.
- Pues usted dirá. Si me llama por los caramelos de la entrada que faltan, puedo explicarlo...
- No, no, los caramelos son lo de menos. Le llamo porque como usted sabe, el país, el mundo entero, anda envuelto en una crisis galopante.
- Algo he oído, por culpa de un tal Obama o nosequé. La verdad, sólo tengo sintonizado el Canal Teletienda y ahí los informativos no son muy exhaustivos.
- Bien. Pues la crisis nos ha afectado a nosotros. Y hemos tenido que tomar algunas medidas. Desde las más altas esferas de la organización se me ha pedido que le haga saber el descontento con usted debido a lo elevado de sus gastos, algunos de los cuales nos parecen fácilmente evitables.
- Pues me pilla en offside, porque mi vida siempre se ha regido por la austeridad, la no ostentación y el forofismo del Recreativo de Huelva.
- Mire Vicente, para ir al grano: debe tomar una decisión. O prescinde de su mansión en Aspen, o de los servicios de su mayordomo Benito, o del bolígrafo de 10 colores, o del capitán Rumikel.
- ¿El capitán? ¡Pero si él no cobra! Le recuerdo que trabaja día y noche a cambio de que le invitemos a un café de vez en cuando.
- Lo sé, lo sé. Pero se pone tanto azúcar en el café que hace tiempo que dejó de ser rentable.


Maldita sea, estaba en un verdadero aprieto. Tenía que tomar una decisión y no quería equivocarme. Así que repasé mentalmente los pros y los contras mientras físicamente bailaba una polca para entretener al Jefe. Por un lado estaba la casa de Aspen. Sí, me queda un poco lejos para ir y venir cada día, pero me gusta vivir en un lugar con un nombre que se preste a hacer gracietas como "¡Que me aspen si este no es un gran sitio para vivir!" o "¿Aspen sado lo bien que se vive aquí?" Así que no podía prescindir de ella.

Por otro lado, Benito, mi fiel mayordomo. Sin él nada sería lo mismo. Sólo de imaginarme una vida levantándome solo, haciéndome el desayuno yo mismo, duchándome yo, vistiéndome yo solo, defecando sin compañía, sin nadie que me pase las hojas del periódico ni que pasee a mi perro, sin nadie que llame a mis amigos y vaya a tomar cervezas con ellos en mi lugar, sin nadie que pague mis impuestos o que me cuente un cuento cada noche, se me pone la piel de gallina. Pero sin plumas.

En tercer lugar está mi bolígrafo de 10 colores. 10 colores. Con eso está todo dicho. Uno no ha llegado hasta donde ha llegado por casualidad. Quizás han tenido algo que ver mis informes a todo color con dibujitos, corazones en vez de puntos sobre las íes y arcos iris (o arcos írises, como se escriba) en los encabezamientos.

Y por último estaba el capitán. Mi capitán. Alguien a quien conozco desde niños. Los dos crecimos juntos en el orfanato al que me llevaban mis padres todas las mañanas. Habíamos vivido juntos una vida y ahora la maldita crisis trababa de separarnos.

Decidí llamarle:

- ¿Hola?
- Hola capitán, soy Vicente. Quiero hacerte unas preguntas.
- Desembucha.
- ¿Tiene algún sentido decir "que me rumikelen si no da gusto vivir aquí"?
- No.
- ¿Tú serías capaz de despertarme, hacerme el desayuno, ducharme, vestirme, acompañarme mientras defeco, pasarme las hojas del periódico, pasear a mi perro, ir a tomar cervezas con mis amigos, pagar mis impuestos y contarme un cuento cada noche?
- Lo de las cervezas sí. Lo otro, la llevas clara.
- Lo suponía. Una última pregunta: ¿sabes escribir a 10 colores?
- ¿Tú estás tonto o qué? ¿Para preguntarme todo esto me has llamado justo cuando en la tele dan la repetición de los mejores momentos de la misa de los domingos? ¡Enga hombre!
- Alea Jacta Est.
- Tu padre, por si acaso.

Unos minutos después salía del despacho de El Jefe con mi boli de 10 colores en el bolsillo, preparado para irme a Aspen, donde me esperaba Benito con la cena preparada. Al entrar en el ascensor para encaminarme al helipuerto de la azotea, un joven delgado con largos brazos, pelo corto, ojos azules y la camisa llena de logotipos de plátano de canarias se metió en el cubículo con el tiempo justo para que las puertas no le seccionasen ninguna extremidad.

- ¿Es usted Vicente?
- El mismo. ¿Y usted? ¿Le conozco? Su cara me suena.
- Soy David, su nuevo ayudante. Me mandan a sustituir al capitán Rumikel.
- ¿David?¿David Meca?
- Sí. La crisis, ya sabe, me ha obligado a aceptar este trabajo. Ya hemos llegado. ¿Este helicóptero es suyo?
- Sí, sí. Oye David, una cosa.
- Dígame.
- ¿A que no eres capaz de bajar y subir todas las escaleras del edificio en menos de dos minutos?
- Pero si son 56 plantas.
- ¡Va que te cronometro!
- ¡¡¡¡Vooooy!!!!

Y allá que se fue David. Desde el cielo, mientras el edificio donde has trabajado tanto tiempo se hace pequeño, piensas quién llegará antes abajo, o David o el boli de 10 colores que en estos momentos atraviesa nubes buscando el duro acero. Bien mirado, Benito ya es mayor y puede rehacer su vida en el gratificante mundo del cuero sadomaso. ¿Y quién quiere vivir en Aspen cuando tiene una casita la mar de mona en Vic?

Lo único malo es que la casa es del capitán. Pero él comprenderá que hay que hacer alguna concesión para llevar adelante mi nueva empresa de investigación detectivesca en la que él es el segundo de abordo.

Eso sí, ahora cobra en sacarina.

Por la crisis, claro.

La crisis...

martes, 28 de octubre de 2008

Grandes inventos de la historia: el folio en blanco.





Amigos, intelectuales varios, aunque sólo sea por un momento, quitémonos las gafas de pasta, bajemos la música free jazz de nuestros ipods, metámonos el cuello alto de nuestro suéter negro por dentro y sin que sirva de precedente, seamos sinceros: Guttemberg está sobrevalorado. 

Sí, queda muy bien decir que la imprenta fue un gran avance en la humanidad y bla bla bla, pero si antes no se hubiese inventado el folio en blanco, ¿dónde hubiese impreso (o imprimido, oh duda cruel)  sus historias? ¿Eh? ¿Dónde? ¿Eh? ¿Eh? ¡¡¡Contesten maldita sea!!!

En el folio en blanco. He ahí la respuesta a la gran pregunta. Todo está en el folio en blanco. Todo nace de ahí, desde el boceto para el prototipo de una nave espacial hasta la lista de la compra de Barak Obama. Sin el folio en blanco, la humanidad no sería lo que es hoy. Sea lo que sea, que ésa es otra.

¿Quién inventó el folio en blanco? Este humilde (a la par que elegante) escribiente ha estado buceando en los siempre obtusos caminos de la historia y ha realizado interesantes descubrimientos que ahora voy a compartir con ustedes. Nadie descubrió el folio en blanco, del mismo modo que nadie inventó el submarino, sino que fue un logro progresivo, con aportaciones de aquí y de allá. Es decir,  el submarino no tuvo sentido hasta que a alguien se le ocurrió ponerle puertas para poder entrar. Hasta entonces era tan útil como una piedra: sí, si lo tiras se hunde, pero ¿y? ¿para esto te hemos dado la subvención? ¿Quema la hoguera? ¡¡¡Pues haber inventado las puertas, estafador!!!

El primer dato relevante en el camino hacia el folio en blanco data del siglo XI d. C. (tomando a Cristo como al señor de la barba en la cruz, no a Maradona), en la pequeña localidad de Walesia el Sur, a escasos 12.300 kilómetros de Londres. Según parece, James Ribs, un científico pertinaz, llevaba más de 15 años intentando inventar algo que le sacase del anonimato (aunque, como ya hemos dicho, tenía nombre, pero la Historia es caprichosa y de vez en cuando nos sorprende con estas cosas). Algunos decían que era un adelantado a su tiempo, y la prueba es que probando probando había inventado la alfombrilla de ratón, el radar antiradares de la Guardia Civil y un método estadístico para acertar a las quinielas. Todo inútil en aquélla época. Y ahora, si se me permite apostillar, que sí que se me permite porque esto lo estoy escribiendo yo. Sólo faltaría.

Fue por casualidad. Mezclando pastas, virutas, coagulante y prensándolo todo para encontrar un producto que pudieras poner en la pata de la mesa cuando se te queda coja, inventó, así como si nada, el folio. 

Ni que decir tiene que James Ribs (desde entonces, Sr. James Ribs) se hizo famoso casi al instante. Todo el mundo quiso probar su invento y los folios se convirtieron en un producto de lujo que se exportaba a todo el mundo. 

No fue, sin embargo, hasta 500 años más tarde cuando en España, Juan Crisóstomo de Quinteros aportó algo al invento que lo haría aún más eficaz. Este zapatero de Lérida inventó el "tamaño folio", dotándolo de una comodidad de la que hasta entonces carecía por completo. Por poner un ejemplo, se han encontrado datos de folios de más de 52 kilómetros de largo. Claro, metan ustedes eso en un sobre. (risas) 

(Más risas, que ha sido muy bueno)

(Ji ji ji ji)

(Ya vale, que parecen ustedes yenas) Ya teníamos el folio. Y el tamaño folio. El 80% del camino estaba resuelto. Pero, ¿sabes cuando tienes algo que está bien pero que sabes que en el fondo (y no lo digo por lo del submarino) te falta algo? Pues sí, con el folio pasó lo mismo. Y tuvieron que ser los chinos, los malditos chinos, los que sacaran a los engreídos europeos del oscuro túnel en el que se habían metido para perfeccionar el folio tamaño folio. Sí, desde diversos lugares de la geografía continental se habían realizado propuestas: que si el folio tamaño folio con esencia de lavanda, que si el folio tamaño folio con cierre centralizado, que si patatín, que si patatán...

¿Y qué, qué me dirían si les dijese que nadie había inventado el canto del folio? Pues claro, almas de cántaro. Fue Lee Sun Park quien pensó que igual cortándolo en tranchetes podías aprovechar mejor el paquete de folios tamaño folio, porque hasta entonces sólo te venía uno. Y así fue como el folio tamaño folio con cantos (que cortan, sí, pero para lucir hay que sufrir) llegó a ser lo que es en nuestros días. 

Luego vinieron otros avances menores, como que el folio fuese blanco (en realidad, este avance no puede considerarse menor, pero es que durante el expolio nazi se quemó toda información relevante sobre este asunto, lo cual indica que el inventor del folio blanco debió ser judí0, y por tanto, se le ha dado menos importancia, no por lo de judío, sino porque no hay informes que lo demuestren. Me he liado, si no les importa, voy a cerrar este paréntesis antes de que se me acuse de antisemita, sea lo que sea el semitismo), también se inventó el folio blanco tamaño folio con cantos en los folios y que si lo miras al trasluz ves un galgo o el folio tamaño folio con cantos en los folios pero que no es blanco por vete tú a saber qué y le llaman reciclado. 

Pero vamos, que en esencia, el invento, el gran paso para el hombre y para la humanidad, estaba dado. La historia que viene después, todos la conocemos: el folio pasó en poco tiempo de ser un lujo reservado sólo a la aristocracia a democratizarse y llegar prácticamente a todo el mundo. Quevedo, Joyce, Capote, Cela, los guionistas de Escenas de Matrimonio, todas, prácticamente todas las grandes obras literarias de la humanidad han salido de un folio.

Quizás por eso, sólo quizás, esto lo estás leyendo en la pantalla del ordenador. 

Guttemberg, gilipuertas. Si no lo digo, reviento. 

martes, 21 de octubre de 2008

Renovarse o morir


Estos días hemos recibido bastantes cartas, correos electrónicos, mensajes en botellas, palomas mensajeras y yogures unidos con un hilo de lana en los que se nos animaba a renovar el blog más frecuentemente, pues llevamos un ritmo últimamente que da, como dice J. Pérezllopis de Calatayud "puto asco".

Nos ha hecho especial ilusión la carta de Luboslav Mladenov Spenkik, de Moscú, que con un acento andaluz que para sí quisiera Chiquito de la Calzada, nos decía:

Queridos amigos, desde hace un tiempo sigo vuestras andanzas vía internet. Me río mucho con vosotros, incluso he pensado varias veces en leer lo que escribís. Pero no me hago a la idea. Aquí en Moscú, la vida es muy fría. Sobre todo en invierno. Y sobre todo en invierno, y en la nevera. Y si vas en chanclas y bermudas, más fría aún. Por eso está bien imprimir vuestras historias, porque si enciendes los folios, te da calorcito.


Os escribo porque he notado que ya no sois los de antes. De un tiempo a esta parte noto cierta apatía en vuestro proceder y quería enviaros estas letras para daros ánimo: k, l, r, ç, w, h. A mí son las que de mejor humor me ponen. Y por si esto no fuera suficiente, os diré que he hablado con amigos míos que por circunstancias de la vida están viviendo en la costa levantina y he hecho un trato con ellos que veréis qué risa os da: si pasa una semana más sin que escribáis vuestras estupideces, malditos gañanes, recibiréis su visita y a golpe de palo de golf os romperan unas piernas.

Creo que este aliciente os servirá de motivación para poneros manos a la obra y volver a ser lo que érais.

Atentamente,

Luboslav Mladenov

Al acabar de leer estas líneas, una lágrima emocionada surcaba mis mejillas: me había vuelto a cortar un dedo con el canto del folio. Como sabemos que hay muchos luboslaves mladenoves por el ancho mundo, y como quiera que de otras cosas vamos bien, pero de piernas bastante escasos, hemos decidido renovarnos, que mola más que morir. Al menos, podemos hacerlo más habitualmente.

Y a ver si otros se aplican el cuento, ¿eh Miguel Bosé?

jueves, 9 de octubre de 2008

La belleza está en el interior.


Hay gente para todo. Menos para ver películas de Garci. Aunque tengo que reconocer que una vez vi un trozo de una. La parte de la izquierda de la carátula. Pero no es de cine ni de señores con barba (¿o no lleva barba Garci? ¿Qué lleva, qué diantres es eso?) por lo que he acudido a mi cita semanal con ustedes, sino para hablar de el desmesurado culto al cuerpo y a la belleza física que domina hoy la sociedad. 

Debido a mi profesión y a mis sedentarias aficiones soy un tipo que puede presumir de tener los músculos muy bien definidos: completamente fofos. Tengan en cuenta ustedes que la última vez que hice deporte estaban muy de moda los calcetines blancos con dos rayitas horizontales, una roja y una azul, en la parte de arriba. 

¿Adónde quiero llegar con esto? Pues no lo sé. Para serles sinceros, me he quedado atascado en el párrafo anterior y no se me ocurre nada gracioso para seguir escribiendo. Así que uso el truquillo aprendido en el curso de escritura para mequetrefes consistente es meter algo así como si fuera un pensamiento (¡un pensamiento! ¡yo!) en medio del relato y así haces tiempo mientras se te ocurre algo.

Ya lo tengo. Hay que ver lo bien que viene descansar de vez en cuando. Ahora lo veo todo mucho más claro, dónde va a parar.


Pues no, no sé cómo seguir.

Sé que quería decirles algo sobre lo mal mirado que está ser feo y asqueroso, sobre que la gente le da más importancia a que caigan chorretones de tu pelo y emitas un hedor corporal que tumbaría a las mofetas que a que te guste coleccionar aviones de papel. ¡Si es que nos quedamos en lo superficial! Y quería contar, a colación de todo esto, una anécdota divertidísima de un señor feo, pero feo feo, que le pasó nosequé que es que lo cuentas y todo el mundo se parte de risa, pero ahora resulta que no me acuerdo.

De hecho, no sé quiénes son ustedes y qué hago aquí. Y por qué estoy desnudo.

Lo que sí sé es que si se quedan en lo visual y no profundizan, si no dan una oportunidad al verdadero yo de las personas, puede que dentro de muy poco estén rodeados de top models y hombres musculosos, envueltos en vorágines sexuales y con el lujo y el desenfreno como motor de vida.

¿Y quién quiere eso, eh, quién lo quiere?

¿Eh?


¿Hola? ¿Hay alguien?








martes, 30 de septiembre de 2008

España se va a la mierda





No quiero ser un apocalíptico ni un agorero, pero creo que ha llegado el momento de que pongamos los puntos sobre las íes. Yes, ha llegado el momento.

Este país se desvertebra, se cae a pedazos, se hace añicos, se nos va al garete, sé muchos sinónimos, ¿eh?

En esta santa tierra que me vio nacer y que me verá morir salvo que fallezca practicando salto de altura o subiendo unas escaleras a saltitos, se confunde libertad con libertinaje, querer con poder y a un amigo mío también lo confunden muchas veces con el que hacía de malo flaco de “Érase una vez el hombre”. Y no me estoy refiriendo a la crisis de valores, a la crisis bursátil o a que del trinomio “Sexo, drogas y rocanroll”, lo tercero sea casi tan difícil de encontrar como lo primero.

No, señores míos, no. Yo siempre digo que a quien dios se la dé, san pedro se la bendiga. Pero como lo digo siempre, sin venir a cuento, pues la gente no me hace caso. También digo más cosas, los que me conocen bien lo saben, si es que hoy en día puedes decir que conoces a alguien. En cuanto te descuidas, te llevas una desilusión que ni Zaplana cuando descubrió que los rayos uva producen cáncer.

A lo que iba, ¿han visto ustedes la televisión últimamente? ¿Eh? ¡Contesten, maldita sea! ¿Sí? Bueno, pues ya está, ¿ven qué poco cuesta? Es que si tengo que hacerlo yo todo, apaga y vámonos.


A partir de ahora, lean esto a oscuras…


¿No se han fijado en que hoy día, el 99% de los productos que se anuncian en la tele sirven para lo mismo? Hay yogures, hay galletas, hay cereales, incluso hay zumos. Y todos sirven para lo mismo. Para cagar. Y perdonen que una persona de mi alcurnia, mi cultura, mi inteligencia y mi don de gentes se ponga tan escatológico, pero es que me hierve la sangre.

Ah, no, es que había vuelto a confundir la bañera con la freidora.

Ellos lo llaman de formas más sutiles: ayuda a tu regularidad, irás mejor, andarás mejor de ahí… No estoy en contra de este tipo de anuncios, siempre y cuando no nos muestren con pelos y señales (sobre todo con lo primero) cómo actúa el producto. Pero yo creo que es un factor fundamental para determinar el estado del país. Un país que no defeca es un país que no avanza. ¿O es que ustedes pueden estar más de un día sin ir a hacer de vientre? Sólo de pensar que por dentro estoy relleno de zurullos, me siento como un locutor de la COPE. Por no decir del retroceso cultural que ello supone: en los países sin hábitos cagamenticios se lee un 86% menos que en los países con ellos, aunque un 59% más que en los países en los que a la gente se le ha arrancado los ojos para gastarles una broma.

Algo falla, señores. ¿Qué les pasa? ¿Se puede saber qué diantres comen ustedes que no quieren soltarlo? Caguen, hombres, caguen, que eso es bueno, ayuda a relajarte, te congratula con el mundo, te enseña de qué ingredientes está compuesta la pasta de dientes y sobre todo, sobre todo, te muestra que la mierda, mejor soltarla por ahí, porque si no, luego sale por la boca cuando hablas por la tele, por la radio o en la barra del bar.

Y limpiarse así es mucho más difícil. Se lo digo yo, que de excrecciones sé un rato.

jueves, 18 de septiembre de 2008

La metamorfosis



Cuando despertó, Gregor Samsa descubrió que se había convertido en un escarabajo.

Y es que Gregor Samsa era de ésos que hasta que no toman café, no son persona.

sábado, 6 de septiembre de 2008

Ya estamos liados


Qué lío, qué lío, qué lío. Y nosotros que pensábamos que la vuelta al trabajo iba a ser tranquilita, y ahora resulta que, sin comerlo ni benerlo, nos encontramos con todo este jaleo. En fin, nobleza obliga, allá va: 

"Ante los últimos acontecimientos acaecidos dentro del panorama político/amoroso internacional, y habida cuenta de nuestra relevante posición dentro del mismo, el Superintendente Vicente y el Capitán Rumikel declaran que tampoco ellos han tenido nada que ver con el embarazo de la ministra francesa, a la que aprovechan para felicitar por su estado de buena esperanza, siendo esta expresión la única posibilidad de unir las palabras buena y esperanza dentro de la Comunidad de Madrid.
Queremos así desmentir los rumores surgidos en las últimas fechas y que recogen diversos y prestigiosos diarios tunecinos, en los que se afirma que el churumbel es fruto de una relación que tuvo ella con servidores y que todo ocurrió durante la cumbre internacional celebrada en Nueva York hace unos meses. Bien es verdad que allí nos dimos cita algunos de los más grandes pensadores y estadistas del mundo. No negaremos que desde que la vimos nos hizo tilín y que durante los recesos entre intervenciones, parapetados tras los carritos de los canapés, lanzábamos furtivas miraditas de tontuna romántica a la franchute. Incluso, diríamos más, consideramos que la teníamos en el bote, ya que tuvimos el fermoso detalle de mandarle una baguette a su habitación para que no echara de menos su país. Creemos que ese gesto, que denota que tenemos una vasta cultura, don de gentes y una panadería cerca, sirvió para que la moza en cuestión cayera enamorada de los dos, razón por la cual se presentó por la noche en nuestra habitación como dios la trajo al mundo, pero un poco más crecidita, porque imagínense qué susto si abrimos y nos encontramos una bebé ministrista francesita pidiéndonos rollete o un cambio de pañales. 

Bueno, a lo que íbamos, que abrimos la puerta y allí estaba la zagala en pelota viva diciéndonos con la mirada "ponme mirando a Cuenca que creo que he perdido allí las llaves". Y a eso íbamos, dispuestos a no dejar pasar una oportunidad así de tener algo que contar a los amigotes cuando de pronto, al fondo del pasillo, en un perfecto francés, se oyó una voz decir: "excuse muá, madmuesel, vu sabé qui ser muá? Vou recordez muá en la foté de las azors? Jo ere le plus guapé" El dueño de esas palabras era un señor más bien bajito pero en perfecto estado de forma, paleta de paddel en mano, crucifijo con la otra, con frondosa cabellera negra, bigote blanco, labio inmóvil y pulseritas de hippye con los colores de nuestra bandera que le daban un aire de los más varonil, juvenil, alevín y benjamín. Un adonis, vamos.

Al verlo, lógicamente, la muchacha nos dejó allí plantados (textualmente) y se metió en sus reales aposentos rauda y veloz como una gacela thompson, que son, si se nos permite el inciso, las gacelas en las que mejor se ve la tele. De su habitáculo estuvieron saliendo gritos y gemidos durante toda la noche, como si una real hembra estuviese siendo poseída por un magnífico ejemplar de macho ibérico. Si no alcanzan a vislumbrar el paralelismo, alquilen una película de Alfredo Landa y se harán a la idea.

Al día siguiente, en la puerta de su habitación el cartel de "no molestar, estamos trabajando en ello" impedía el paso a curiosos. Como durante la ceremonia de clausura ninguno de los dos se dejó ver por allí, nosotros comprendimos que cuando te enfrentas a personajes de esa alcurnia y ese calado mediático, no hay miraditas ni gaitas que valgan. Un macho es un macho. Aquí y en la Gran Manzana.

O sea, que salvo que el niño en cuestión venga al mundo con una baguette bajo el brazo, que a nosotros no nos vengan con milongas, puesto que nada tuvimos que ver en el affaire. Y ya decimos que no fue por falta de ganas.

Atentamente, 

Superintendente Vicente y Capitán Rumikel"

Bien, una vez aclarado el lío, comunicamos a nuestros detractores que no ha habido suerte y que ya estamos aquí de nuevo. Y esta vez, es para quedarnos.

Welcome home.


P.D. Si una persona que te critica es un detractor, un pelota, ¿es un tractor? Piénsenlo, piénsenlo...

viernes, 18 de julio de 2008

Vacaciones en familia


Adorados lectores y visores de fotos. Como ustedes comprenderán, tenemos unas familias y unas obligaciones para con ellos que cumplir. Por supuesto, no lo vamos a hacer porque pensamos que nuestra gente se merece lo mejor. Y lo mejor es que estemos lejos y no molestemos mucho. Y ésa es la razón por la cual nos hemos montado una cabaña en un árbol para pasar el verano. Al árbol no le falta de nada. A la cabaña sí. Lo cual indica que o bien los árboles se conforman con menos, o bien que ya no se hacen cabañas como las de antes.

Si ustedes, oh amados congéneres, quieren venirnos a visitar, tienen las puertas abiertas. Les invitaremos a una limonada y jugaremos a las películas. Verán qué risa, el capitán imita a Zoolander fetén fetén.

Si no nos quieren venir a visitar y no quieren saber nada más de nosotros, no les culpamos. A nosotros nos pasa lo mismo.

Por eso cerramos el chiringuito y nos vamos hasta septiembre, cada uno por su lado, en busca de nuevas y trepidantes aventuras que contar, en busca de sorprendentes y bellas fotos que realizar, en busca y captura por hurto menor (robamos a un señor bajito).

Así que si ustedes lo tienen a bien, nos vemos en setiembre.

Besos, abrazos, parabienes, loción antimedusas y un deseo: feliz navidad.

miércoles, 2 de julio de 2008

Vicenticos!


Como fiel mayordomo que soy y los años que llevo sirviendo a mi amo Vicente, nunca me he entrometido en los asuntos del señorito. Estudié en la misma escuela que Gracita Morales, me fui de erasmus con Rigodón y salí de copas con mister Proper, se podría decir que soy un mayordomo de tres palmos de nariz.

De pequeño siempre veía a Vicente correr hacia el baño con el playboy bajo el brazo, me gustaba pensar que era un gran amante de la lectura moderna y que de mayor sería poeta o trovador. Con el tiempo su afición a la lectura fue creciendo desmesuradamente, del playboy pasó al Lib y de allí al Hustler, sin duda iba a ser un letrado, un erudito, un tío de letras grandes... Pero ayer descubrí algo que cambiaría por completo el transcurso de esta historia.

Vicente se fue de casa para unas vacaciones con su gran amigo y mentor Hugh Heffner. Yo me dispuse a las tareas cotidianas de la casa: abrí unas cervezas, me tumbé en el sofá, puse unos discos de Marisol y llamé a unas señoritas para que me hicieran compañía. Mientras llegaban las damiselas aproveché para entrar en el cuarto de baño de Vicente y dedicarme un poco a la lectura moderna con alguna de sus revistas. Al entrar me tropecé y por poco no me rompo la piñata con un yunque. Me levanté todo lo aturdido que puede levantarse uno al pegarse un coscorrón con un yunque y me cagué en algunos santos que en ese momento pasaban por el pasillo, siempre me lo dejan todo perdido de aceite. Al agacharme a recoger la pantufla que había perdido con el tropezón vi una libreta en el suelo, y aunque no suelo tocar cosas del suelo, la cogí.
Secretamente Vicente llevaba años experimentado con sus genes, descartando los malos y centrándose en los menos malos. Quería crear una nueva super-raza de Vicenticos y lo había conseguido, estaba todo escrito en la libreta. Después de una ardua y pesada elección mancillando jóvenes y apuestas vírgenes y haciéndoles complicadas pruebas de inteligencia con un rubicub por fin dio con la doncella que cumplía con todos los requisitos impuestos por ella misma.

Así que sus vacaciones en compañía de Hugh Heffner no eran más que una tapadera, su afición a la lectura moderna era otra tapadera y lo que me inquieta más, mis albóndigas que tanto le gustaban serían también una tapadera?

Felicitats parelleta!

viernes, 27 de junio de 2008

¡¡ÚLTIMA HORA!!




Muy señores nuestros. Por serios motivos de salud ( el hombre tiene calor), las trepidantes, hilarantes, morningflondiantes y licuantes historias del Superintendente Vicente no estarán disponibles durante unos días. 
Entendemos que estén ustedes tristes y compungidos, pero imaginamos que no será por esto. ¡Venga, ánimo! ¡Arriba los corazones! Ya veréis como todo pasa. 
Mientras este gran prohombre, adalid de las libertades y faro que nos guía en la penumbra de la ignorancia se recupera de sus achaques y recarga energías en compañía de su gran amigo Hugh Heffner, seré yo, Benito, su fiel mayordomo, quien le sustituya en éste su blog.
Confío en que entiendan ustedes que un simple criado no llegará a las dosis de originalidad y excelencia de mi señor, pero oigan, tampoco se me pongan tan exigentes, que a mí no me pagan para esto, rediez, bastante tenía yo con cuidar al maldito chalado como para ahora venir aquí a contarles que si esto o que si aquello.
Pero bueno, tampoco vamos a discutir así de primeras. Así que si no desean nada más los señores, me despido con una reverencia a la remanguillé, como mandan los cánones.

Atentamente, 

Benito

P.D. Por suerte, el Capitán Rumikel ha salido ileso de un atentado suicida provocado por él mismo contra él mismo. Por lo tanto, podremos seguir disfrutando de sus fotografías. Y de su agradable olor corporal.

viernes, 13 de junio de 2008

Sí quiero



Casarse es lo que tiene, que está muy bien, pero sólo si encuentras a alguien que quiera hacerlo contigo. Yo, por ejemplo, me casé varias veces solo y un par de ellas mal acompañado y qué quieren que les diga, no es lo mismo. ¿Eh? ¿Qué quieren que les diga? ¿Y para qué quieren saber eso? Desde luego, hay gente para todo. Incluso para casarse. Antes se les llamaba curas. Ahora, como todo el monte es orégano, da gusto salir a pasear. Por el olorcito. ¿O es la olorcita? Por cómo huele, vamos.

Dicen que de una boda siempre sale otra boda. Eso no es verdad. De una boda, lo que salen es un montón de borrachos que confunden barra libre con barra libertinaje y arramblan con todo. Malditos alcohólicos, por su culpa los abstemios no pueden ir a las bodas de los amigos. Porque los abstemios no tienen amigos. Ni siquiera entre ellos se soportan. Malditos abstemios. ¿Imaginan una boda de abstemios? ¡Dios, qué aburrimiento! ¿Imaginan a una persona que en su sano juicio, sin estar intoxicado de alcohol, así por las buenas, decide que sería divertido iniciar una conga de jalisco? ¿Y que alguien también abstemio pensara que es una gran idea y le siguiera? ¿Una conga de jalisco de abstemios? Sólo tendría sentido si la hicieran en un acantilado y fueran cayendo uno a uno por el precipicio, al ritmo de “la conga (chas chas) de jalisco (chas chas) va y viene (chas chas), aaarreando (chas chas)”. Todo esto, dicho con todo el cariño para los abstemios, claro.

Tal vez sea por mi don de gentes, tal vez por mi robusto y adusto físico, tal vez sea por una conjunción de ambas o tal vez porque a los novios les gusta fardar de que conocen a alguien como yo, siempre me piden que salga al estrado y dirija unas palabras a la gente. Yo siempre digo las mismas: trolebús, níscalo, turulato, mejunje, correveidile, tractor, zumbado y mi favorita: afelpadito.

Afelpadito es la mejor palabra que existe. Sólo por decirla ya te entra el gustito. Pruébenlo en sus casas (o donde estén, vamos) y verán. A fel pa di to. Ohh, qué placer. ¿A que no pensaban que unas letras pudieran dar tanto gustito? Pues hagan como yo, siempre que puedan, métanla en una frase. Me he puesto un pijama afelpadito. Pues no voy bien ni nada con mi camiseta imperio afelpadita. Oiga, por favor, póngame un café afelpadito.

Me conformo con poco, qué se le va a hacer. La culpa es de mis padres (abstemios, claro), que yo les pedía videojuegos y ellos me regalaban palabras. Toma hijo, juega con la palabra luciérnaga, mientras nosotros nos vamos de crucero por el Pacífico Sur.

Y de esos lodos vinieron estos polvos. Es la primera vez que utilizo esta expresión, que lo sepan ustedes.

En fin, que este fin de semana, quien no se casa es porque no quiere. Por ejemplo, los amigos y fieles lectores del blog, Iñaki y Anna, Anna e Iñaki (en total son dos, lo acoto por si se han perdido) se unen en santo matrimonio. En matrimonio a secas, que mola más. Y el capitán Rumikel y el menda lerenda, queremos felicitarles y desearles que tengan una vida en común muy muy feliz. Y sobre todo, muy muy afelpadita.

A fel pa di taaaaaaa…

lunes, 9 de junio de 2008

La frente marchita


El tiempo pasa que es una barbaridad. Nos hacemos mayores, y eso se nota. Se nota en que por ejemplo, utilizas frases como “El tiempo pasa que es una barbaridad. Nos hacemos mayores, y eso se nota.” o “18, ay, quién los pillara, sabiendo lo que sé, claro” o “Por favor jovencito, páseme el sonotone y llame a una ambulancia que me he roto la cadera”, y demás lugares comunes.

Viendo mi juvenil aspecto todo el mundo piensa, por un lado, que tengo un pacto con el diablo a cambio del cual le he dado mi otrora gran capacidad para resolver problemas de trenes que salen de un punto y se encuentran en otro por la eterna juventud. Y por otro lado que soy un niño encerrado en el cuerpo de un hombre, razón por la cual he tenido que comparecer varias veces en el juzgado acusado de pederastia.

Sin embargo he de reconocer que tengo una edad. ¿Cuál? La mía, la mejor.

¡Estás en la mejor edad!, me dice la gente cuando me ve pasar haciendo footing con chándal gris, mis auriculares en los que escucho canciones de Carly Simon, mis calcetines por encima del pantalón, así en plan moderno, mi cinta en el pelo y rosas en la cara. Yo, que soy un coqueto, cuando me dicen esas cosas, me ruborizo. Y en un 58% de los casos, vomito el desayuno en sus corvas como muestra de gratitud y de cansancio.

Ay, cuando yo nací las cosas no eran como ahora, no señor.

Una guerra teníais que haber pasado, mangarranes zangolotinos y pazguatos. En la batalla del Ebro querría veros yo. Nunca olvidaré aquellos días de revuelta y pelea fraticida. Yo luché en el bando de los nacionales los lunes, miércoles y viernes y en el de los republicanos martes, jueves y sábado. Los domingos hacía balance y si se me descuadraban los muertos de uno u otro bando, bajaba por la tarde al Retiro y mataba a unos u otros para no tener problemas durante la semana.

Fueron momentos de hambrunas que solucioné de la forma en la que se resuelven estos casos: comiendo. Cuanto más comí, menos hambre tuve. Así soy yo, enérgico, expeditivo, pelirrojo, neoliberal. Tras la Guerra Civil pasé un tiempo jugando con un yo-yo hasta que vino la revolución de los claveles a la que no fui por temas de alergia y porque uno es muy macho y no me gustaba un nombre tan mariquita. Uy, que te pego con el tallo. Uy, que te pincho. Malditos portugueses, se merecen tener al lado a los extremeños.

Ávido de nuevas experiencias me embarqué en un velero llamado libertad y me marché, y a mi barco le llamé libertad (más que nada, para aprovechar las letras ya pintadas) y en el cielo descubrí unos ojos azules como el mar. Acojonado, di media vuelta, me metí en casa y no salí hasta hace unos años, cuando me llamaron para desempeñar el importante papel que juego ahora como líder juvenil de las nuevas generaciones de los dos partidos mayoritarios y de tres de los nacionalistas.

Yo me sigo sintiendo joven, pero no sé, hoy me he descubierto a mí mismo llenando el depósito de gasolina y comprando víveres para sobrevivir a la huelga de camioneros, no vaya a ser que nos quedemos sin nada.

Y me ha asaltado la duda: ¿me estoy volviendo viejo o sólo más gilipollas?

Y es que en mis tiempos, estas cosas no pasaban.

jueves, 29 de mayo de 2008

LA GOTA QUE COLMA EL VASO



Yo seré como seré, pero me gusta llamar al pan pan y al vino vino. Sí, sí, sé que ahora está de moda llamar al pan Juanbautista y al vino a los que tienen las pestañas blancas, pero yo soy de la vieja escuela. De los Maristas, sin ir más lejos. Allí me dieron la exquisita educación de la que hago gala en las recepciones a las que, debido a la importancia de mi cargo me invitan día sí día también. Y ésa es la razón por lo cual se me caducan siempre los danones en la nevera.

Todo esto viene a colación porque de alguna forma tenía que empezar el escrito y porque mi forma de ser me ha traído más de un sinsabor o como algunos lo llaman, más de una cervezasinalcohol.

Todo esto viene a colación porque con algo tengo que rellenar los segundos párrafos, que son los que peor se me dan y porque así puedo explicarles que estos días he estado más liado que la conciencia de Santi Santamaría.

Todo comenzó una fría y lluviosa noche de invierno, hace dos semanas. Estaba yo practicando una voltereta hacia atrás para mantenerme en forma cuando de pronto una llamada telefónica turbó mi concentración.

Benito, mi mayordomo, me dijo que era una señora, que quería hablar conmigo.

- Pues que me llame- le respondí.
- Eso ha hecho, señor. Lo que pasa es que contesto yo porque soy el mayordomo. Pero el teléfono es suyo.
- Y cuando quieren hablar contigo, ¿dónde llaman?
- A mi teléfono.
- Entonces, siempre que llaman a este, ¿es para mí?
- Sí, señor, aquí no vive nadie más.
- Está bien, puedes retirarte. Te haremos un partido de homenaje.
- Gracias señor. Aquí tiene el teléfono.
- ¿Dígame?
- ¿Señor?
- ¿Sí?
- Que eso no es el teléfono. Es mi mano. El teléfono está en la otra mano.
- Benito, me lías. ¿Hola? ¿Hola? Vaya, han colgado.

Ésa fue la gota que colmó el vaso.

Que alguien se atreva a molestar a una persona de mi importancia y luego cuelgue el teléfono como si tal cosa me irritó tanto que se me puso la cara roja. ¿Y si estaba pensando en algo? ¿Y si me hallaba a sólo unos instantes de resolver un caso?

La gente no tiene ningún respeto por nada. Ya no tenemos valores como los de antes. Como los que nos enseñaban en los Maristas, sin ir más lejos. Allí nos decían que si llamabas a alguien, tenía que ser por algo. Y que no se cuelga a la gente. Salvo que hayan pecado. Entonces sí, a esos malditos pecadores sí que se les puede colgar, sin dejarse llevar por la indulgencia. Si por ninguna otra palabra rara. Porque se empieza con un pecado pequeño, como matar a un señor bajito. Y se sigue por matar a un equipo de voleibol o plantear un referéndum para la independencia, y luego otro pecado, y otro y otro y ya es un no parar. Incluso se comenta que ha habido gente que no ha honrado a su padre y a su madre o que ha utilizado el nombre de dios en vano. Y ésa sí que es la gota que colma el vaso. Por eso yo cuando llamo a alguien, nunca cuelgo. Por eso y porque no tengo teléfono. Uso el de Benito, mi mayordomo, al que aprovecho para saludar.

Hola Benito. Esta noche sí que iré a cenar.

P.D. Por lo demás, todo bien.

jueves, 15 de mayo de 2008

Un poco de poesía

LA RESIDENCIA
(Extracto del capítulo del libro "Al final me muero. Mis memorias" escrito por el poeta Marcelo de Andrade, miembro poco conocido de la generación del 27)


Los años que pasé en la Residencia de Estudiantes fueron maravillosos. Sin duda, los mejores de mi vida. Entrar en ella fue difícil a causa a lo raquítico de mi historial académico anterior. Y no crean ustedes que ello se debió a que no estaba capacitado para las altas calificaciones. La razón fundamental de mi poca dedicación al estudio en mis mozos años fue que siempre pensé que entre un libro abierto y una bella mujer en la misma posición la segunda era preferible. Por decirlo de un modo más épico, seguir fiel a mis ideales repercutió negativamente en mis notas.

En fin, que con un cinco raspado de media en mis anteriores estudios pude entrar en la Residencia de Estudiantes, pero de F.P., situada justo al lado de la famosa, a la que accedía a la hora del recreo siempre que podía, pues allí se acercaban mozas en busca de algún eminente hombre de letras que le regalase los oídos con fermosos poemas.

A mí eso de la poesía siempre había parecido, hablando en plata, una mariconada de mucho cuidado. Pero uno es muy hombre y como tal, hace lo que sea por llevarse al catre una buena compañera. Para poder perfeccionar mi técnica con la pluma híceme amigo de Federico, que con garbo y salero me enseñó a rimar en el lago en el que pasábamos largas tardes. Al menos, a mí así me lo parecían, pues tengo miedo al agua y el vaivén de la barquita me producía vómitos. Pero era un esfuerzo que debía hacer por poderle echar a una muchacha unos versos como Dios manda. Bajo el amparo del granadino hice mi primer poema: "Mi vida sexual".

Sin saberlo, inventé el surrealismo.

Mi segundo poema fue un soneto dedicado a la sordera que titulé, con el gracejo que me caracteriza, "Sonetone". Y ahí empezó todo. A Federico y a mí se nos unieron Aleixandre, Dámaso, Alberti y otros artistas como Dalí, Buñuel, Picasso y Baremboin, que se fue distanciando del grupo porque tenía que volver cada día a su casa de Buenos Aires y quieras que no, uno no encuentra tiempo para quedar con los amigos. Si a eso le sumamos que aún no había nacido y que siempre que decía su apellido nos partíamos de risa, no es extraño que numerosos estudiosos hayan decidido no incluirlo en "Los Araña", que es como nos queríamos llamar nosotros en realidad y que fue cambiado por el de "Generación del 27", un nombre más comercial, por expreso mandato las editoriales de poesía que ya entonces ejercían su poder mediático con el que hoy dominan al mundo.

Fueron, sin duda, tiempos irrepetibles que la guerra seccionó en dos mitades a causa de una estúpida batalla fraternal que bla bla bla, pero que la historia volvió a poner en su lugar, aunque sólo en parte.

Y lo digo (sin rencor, pero lo digo) porque yo nunca tuve el reconocimiento del público, salvo cuando estuve a punto de entrar en la Real Academia de la Lengua y ocupar el sillón "ç minúscula cursiva". Por desgracia, me reconocieron y me echaron de una patada en salva sea la parte.

De cómo sobreviví desde aquel momento escribiendo libros para una presentadora de televisión es algo que podrán leer en el próximo capítulo.

lunes, 5 de mayo de 2008

MAYO DEL 68




Si bien mi aspecto actual indica que soy un hombre maduro al que el paso del tiempo no le ha restado ni un ápice de su atractivo o un niño con una severa enfermedad degenerativa que le hace parecer un hombre maduro al que el paso del tiempo no le ha restado ni un ápice de su atractivo, deben ustedes saber, queridos lectores y lectoras también queridas, que aquí donde me leen, yo he sido joven.

Pero no se confundan, amigos. No hablo de juventud como la entendemos ahora: seres unicelulares, con los pantalones medio bajados y pechos operados, practicantes de un excesivo culto al cuerpo y culpables del total abandono de sus capacidades intelectuales, con la única preocupación que encontrar a algún otro ser de su misma edad para, si es del sexo contrario, practicar el coito y si es del mismo, darse de golpes y/o practicar el coito.

No señora, los jóvenes de ahora no son como los de antes. Nosotros teníamos ideales bellos, nobles, universales, eternos. Admito que el fin último también era la práctica indiscriminada del coito, pero no me negarán ustedes que había maneras y maneras.

Retrocedan ustedes conmigo en el tiempo. Barcelona, mayo del 68. Tanto el Capitán Rumikel como yo éramos ya por aquéllos tiempos, unos líderes. Nuestro campo de actuación eran las aulas. Nos reuníamos los estudiantes de filosofía, literatura, historia, filología, derecho y nosotros, que en aquel entonces estábamos tratando de sacarnos el carnet de conducir B1.

El capitán vestía a la moda de entonces: no le faltaban las largas melenas, las patillas, los chalecos, las camisas floreadas y los pantalones de campana. En cambio, servidor, como siempre he sido una persona con estilo propio y no me dejaba influenciar por las masas, iba vestido con un tutú de ballet, sombrero de copa, lanza grecorromana, adusta mirada, bigote zapatista y una falda pantalón que, modestia aparte, me quedaba fetén fetén.

Pronto nos hicimos famosos en los círculos intelectuales por nuestras ideas revolucionarias. Por ejemplo, propusimos que en vez de correr delante de los grises, lo hiciésemos detrás de ellos, y que cuando se girasen, nos escondiésemos detrás de los árboles, para desorientarlos. Otra de nuestras aportaciones tenía que ver con una nueva concepción del amor libre, pero fue rechazada por estar demasiado adelantada a su tiempo y porque las mujeres no se atrevieron a dar el paso con la excusa de que “eso te lo va a hacer tu señora madre, listo de los cojones”. Estaba claro, España aún no estaba preparada para nuestras preclaras mentes.

Y esa fue la razón para que marcháramos a París, en busca de La Sorbona. Qué sorpresa nos llevamos cuando descubrimos que era una Universidad. Allí nos dejamos imbuir del pensamiento que estaba dando un giro copernicano a la historia contemporánea: leímos a Sartre, escuchamos a Bressons, vimos las obras de Godard… y nos decidimos: teníamos que aprender francés.

En aquel entonces, París era una fiesta. Recuerdo una noche, el Montparnasse, habíamos bebido más absenta de la cuenta. Brigitte Bardot acariciaba la entrepierna del capitán, pensando que era una foca. Yo, en cambio, hablaba con Picasso sobre el cubismo, el surrealismo y el puntillismo. En cambio, él se empeñaba en hablar de pintura. En eso vino Heminway y preguntó por Ezra Pound. “Se ha ido con Scott Fitgerarld, papá pitufo”, le dije yo. Me levanté dejando a Pablo con la palabra en la boca (eran tiempos de carestía, apenas teníamos para comer) y me fui andando por la orilla del Sena, acompañado de Carla Bruni, que ya por aquel entonces me parecía una buscona. De pronto, sin saber por qué, llegué a la plaza de Tian’anmen. Frente a mí, un tanque trataba de sofocar unas revueltas estudiantiles que protestaban porque los libros de texto estaban en chino, lo cual provocaba un alto porcentaje de fracaso escolar fuera de China. Cuando me di la vuelta, descubrí que estaba solo: ni Carla, ni Pablo, ni Proust, ni Camus, ni Ismael Serrano, ni Aznavour, ni Hinault… ninguno de los líderes de la revolución juvenil se atrevió a llegar donde llegué yo. De un puntapié rompí el tanque y fundé el movimiento punk.

Mientras tanto, el capitán había dado buena cuenta de Brigitte Bardot y se encontraba en plena discusión ideológica con un jovencito idealista y utópico llamado Jean Marie Le Pen. Tras aquella charla, cambió su opinión acerca de los extranjeros.

Cuando el capitán y yo cruzamos las miradas, un cóctel molotov sobrevoló nuestras cabezas. Algunas porras aterrizaron sobre las espaldas de nuestros camaradas. Con lágrimas en los ojos provocadas por la emoción y por el gas mostaza, entendimos que nuestra primera misión había concluido. Volvimos a España, que vivía los últimos estertores del franquismo.

Junto con unos amigos de las barricadas, nos hicimos cantautores, formando un grupo al que la historia puso luego en el lugar que merecía. Nos llamamos, en honor a nuestra juventud, Mocedades. Luego, problemas intestinos y la mala asunción de la fama por parte del resto del grupo nos obligaron a separarnos e irnos con la música a otra parte, creando ambos el prestigioso grupo “Sergio y Estíbaliz”, en homenaje a la canción de Jim Morrison “Riders in the Storm”. Nuestro sonido revolucionó de nuevo el espectro sonoro patrio.

La muerte del dictador, la aparición de los tocadiscos sonoros, la pérdida de las cuerdas vocales por parte del capitán en el casino de Torrelodones y la tristeza que supuso en mí descubrimiento de que la guitarra se tocaba por la parte de los seis hilitos nos llevó a dejar de lado la música y a buscar nuevos retos que nos permitiesen una vida más holgada.

Entonces, imbuidos por nuestras ideas anarco-comunistas, fundamos Alianza Popular junto a un amigo que conocimos en la playa de Palomares.

Y lo que pasó entonces, es la historia que ya todo el mundo conoce…

miércoles, 30 de abril de 2008

Sant Jordi


Manual del buen ladrón, lección 1:

"Los libros robados deben leerse de un tirón".


Post dedicado al gran Miguelón, que cumple años y sigue sin parecerlo.

lunes, 28 de abril de 2008

Flortografías (o un título aún peor)


Ahora que mis huskys siberianos se habían acostumbrado a tirar del trineo por las calles de Barcelona respetando las normas de tráfico, va y resulta que llega la primavera. Así que los dejé libres para que volvieran a su Siberia natal y yo me vine para casa dando un garbeo a la pata coja para hacerme el interesante.

Por el camino descubrí tres cosas muy interesantes:

a) Que con las subidas de temperaturas, las mozas y doncellas salen a las calles como dios las trajo al mundo, pero un pelín más vestiditas.
b) Que los huskys siberianos no saben esquivar a los autobuses de la EMT cuando van sueltos.
c) Que si entras en un bar y pides una caña, el Capitán Rumikel tarda menos de 2 minutos en aparecer por la puerta.

- Capitán, ¿qué haces por aquí?
- ¿Me invitas?
- Sí, sí. Camarero, un agua del grifo.
- Ahhh, qué sed tenía.
- Oye, ¿me estabas siguiendo?
- No, no, ¿por qué lo dices?
- Porque no es normal que cada vez que entre en un bar te encuentre y porque tienes un husky mordiéndote la nuca.
- Lo primero es casualidad pura y dura. Y lo segundo, llámalo equis.
- Equis, suelta al capitán. ¡Hale, busca! Capitán, nos conocemos. Sé que quieres algo. Desembucha.
- Este… Superintendente, necesito que escribas algo sobre la primavera. Es que he hecho una foto de una flor lila que te cagas y molaría enseñársela a la gente.
- Pero, ¿por qué no la pones en tu flick? De una flor no se puede sacar una historia. Ya sabes qué dice el refrán.
- ¿Qué dice?
- De una flor no se puede sacar una historia.
- Pues yo quiero que escribas sobre eso. Siempre escribes de lo que tú quieres. Sin embargo, si a ti se te ocurre una foto de un señor afgano, me tengo que ir allá con la cámara. No es justo. Al menos, págame el bonobús.
- Tienes razón, veré qué puedo hacer. ¿Quieres más agua?
- No, no, que he venido en lancha y ya casi no me quedan puntos.
- Haces bien. Oye, deja lo de la flor en mis manos. Intentaré escribir algo.
- Pero no hagas la típica historia en la que salgo yo, ¿eh? Es un recurso fácil que no merecen tus lectores. Imagina algo, piensa, estrújate las neuronas.
- Oye, ¿te digo yo a ti cómo has de hacer tus fotos?
- Sí.
- Sólo te dije qué botón debías apretar. El resto es cosa tuya.
- ¿El resto? La fotografía es eso: el arte de apretar un botón. Y más con una flor, que no se mueve, no sonríe, nada. Tú vas, la ves, miras por el agujerito, aprietas y ya está. Foto hecha. Si entras en mi flick, verás que soy monotemático.
- En eso tienes razón. La fotografía está sobrevalorada.
- Y la de flores, más.
- Y ahora con las digitales, quien no hace una exposición es porque no quiere.
- Malditos fotógrafos.
- Cabrones.
- He puesto tantos guiones que ya no sé si esto lo estás diciendo tú o yo.
- Lo estás diciendo tú. Yo estoy diciendo lo de este guión.
- Para que luego digan que la literatura es fácil. ¿Has visto alguna vez a un fotógrafo contando guiones?
- No, no, ellos simplemente hacen la foto y dicen que entre las olas del mar y el personaje se establece un diálogo interno que se entiende sólo con la mirada. Y se quedan tan anchos.
- Malditos fotógrafos.
- Sin ellos, el mundo sería mucho más sencillo.
- Y mil palabras valdrían lo que tienen que valer.
- Y yo no tendría que escribir sobre una maldita flor.
- ¿Tú? ¿Pero no tenía que escribir yo?
- Se me ha subido el agua a la cabeza.
- Anda, vamos, súbete a mi husky, que te llevo.
- ¿Es nuevo?
- No, es del huskying. Un servicio nuevo que ha puesto el Ayuntamiento.
- Eres demasiado local con tus gracias. ¿No ves que los que no vivan en Barcelona no lo entenderán?
- El humor, si es bueno, se entiende en todo el mundo.
- ¿Y?
- No, nada, por dejar claro ese punto.
- ¿Te hago una foto?
- No, no, que en primavera me salen granos.
- No hay forma de acabar este post.
- Córtalo de raíz.
- ¿Cómo a tu flor?
- ¡Ché, qué bien traído!

miércoles, 23 de abril de 2008

Una explicación a muchas cosas


Dénia, una tarde a finales de 1976. En el interior de una casa modesta, una mujer joven y bien reguapa acaba de limpiar los platos en la cocina (dónde si no). De pronto, una música la sorprende. Viene de otra habitación. La del niño recién nacido. Suena una guitarra y una voz de hombre que dice algo así como mocita dame un clavel, dame un clavel de tu boca, que paeso no hay que tener mucha vergüenza ni poca.

¡¡¡¡Dios mío, mi hijo!!! - grita, tan fuerte que todas las vecinas la oyen por el patio de luces y sacan sus cabezas por las ventanas para ver qué pasa con tanto alboroto.

A toda velocidad, la mujer corre por el pasillo y de un portazo abre la puerta de la habitación del querubín, que está llorando en su cuna. Mientras, un señor hecho y derecho (y bien reguapo, no se me vaya a enfadar), vestido de negro, con una capa de la que cuelgan unas cintas, unas mallas que dejan poco a la imaginación y una guitarra con pegatinas de la Universidad de Granada se muestra sorprendido ante la violenta entrada de la mujer.

- Mujer, ¿qué te pasa?

- Pero, pero, ¿se puede saber qué demonios haces con el niño?

- ¿Yo? Pues, tú... me dijiste que...

- ¡¡¡De cuna, te dije de cuna!!!

martes, 22 de abril de 2008

Culpa


La culpa es de las madres, que los visten como tunos.

miércoles, 9 de abril de 2008

Como niños


Ganar la maratón de Nueva York está bien, pero debo reconocer que un poco sí que cansa. Por eso, cuando acabaron los parabienes y el confeti me vine para casa dando una vuelta, me duché y me tumbé en el sofá, decidido a pasar la tarde sin otra ocupación que rascarme las gónadas que me compré en el bar de enfrente.

En eso sonó el teléfono. Era el Capitán Rumikel. Parecía exaltado. Siempre lo parece. Es un histérico, un exagerado, un maldito anormal que siempre llama a la hora de la siesta de doce horas. Pero la gente le quiere por cómo es por dentro y por el dinero que tiene y que se deja robar. Y porque siempre tiene cervezas en la nevera. Y la nevera en mi casa. Mientras pensaba todo esto que estoy escribiendo ahora, el Capitán hablaba y hablaba de algo que seguro que para él era interesante, pero que es obvio que para mí no, porque estaba pensando en esto que está leyendo el ínclito lector. Pero como soy un tío educado, decidí darle un poco de coba y, sin dejar de pensar en este párrafo, le comenté:

- Ajá.

(Viene del párrafo anterior del “ajá”) Y el tío, nada, dale que te pego, contándome algo que vete tú a saber de dónde se había sacado. Yo seguía tumbado en el sofá. Y viceversa. Tenemos una relación muy liberal mi sofá y yo. De pronto, mi increíble capacidad cerebral me permitió seguir absorto en mi yo interior y escuchar de soslayo unas palabras que me llamaron la atención por estar con los pies encima de la mesa:

- … y el muy zangolitino deslizóse zigzagueante entre los zánganos y las zarigüellas...
- Perdón capitán, ¿qué has dicho?
- A ver si prestamos un poco de atención, que mientras hablaba parecía que estuvieses pensando en los párrafos cortados por un ajá que hay ahí arriba. Te comentaba que “… y el muy zangolitino deslizóse zigzagueante entre los zánganos y las zarigüellas...”
- Ah, vale, es que había entendido que “… y el muy zangolitino deslizóse zigzagueante entre los zánganos y las zarigüellas...”
- Pues eso, he dicho que “… y el muy zangolitino deslizóse zigzagueante entre los zánganos y las zarigüellas...”.
- ¿Y para eso me llamas?
- Hombre, pensé que te interesaría saberlo.
- Pues no, no quería saberlo. Ya me has destripado el final. No quiero volver a verte. Al menos, no con esa camiseta sin mangas.
- Pues aquí termina nuestra relación. Es más, ahora mismo me coso la boca y así no te diré que en el blog de Ice Cream for an I Scream nos han nombrado uno de los 5 mejores blogs de la historia mundial. Y parece ser que el premio consiste en un viaje a Mahón con todos los gastos pagados para dos personas, seis millones de euros y dos quintos de cerveza.
- ¿San Miguel?
- Sí.
- Lástima.
- Ya.
- ¿Entonces qué, decimos que no podemos aceptarlo?
- Es que es San Miguel.
- Ya. Y mira que me hacía ilusión el premio.
- Y a mí, y a mí. Pero una cosa es una cosa y otra cosa es otra cosa.
- Imagina que nos ve alguien bebiendo eso.
- Calla, calla, que aún nos oirá alguien y pensará mal.
- Ché, ché.
- ¿Y los otros cuatro blogs?
- Parece que a ellos les da igual. Han dicho que sí.
- Si es que la gente, por un premio es capaz de cualquier cosa.
- Son como niños.
- Nefecto.

Y nos despedimos, con la satisfacción de haber sido leales a nuestros principios. Qué dura es la vida del utópico, rediela, qué dura es.