martes, 28 de diciembre de 2010

NOS VAMOS DE AQUÍ.

Queridos lectores, como si de luises figo nos tratásemos, hemos decidido aceptar una oferta suculenta y desde 2011 podrán seguir nuestras peripecias y circunloquios filosofales en otro sitio. No les decimos dónde porque aún no están las paredes pintadas ni nada. Disculpen si no hemos contestado a sus comentarios, pero nos habían denegado el acceso a nuestro propio blog.

Malditos.

La venganza y la vichyssoise son platos que se sirven fríos.

El 2 de enero, les decimos dónde estamos. Hasta entonces, san ustedes más felices que González Pons con una gorra XXXXL.

viernes, 23 de julio de 2010

Quien no tiene un libro es porque no quiere.


¡Por fin llegó el momento! Aquí tenéis la portada de "Quien no tiene un libro es porque no quiere". ¿Qué pensábais, que era broma? Pues no, nosotros siempre cumplimos nuestras amenazas. Aquí tenéis el libro que os ayudará a conocer mejor la verdadera historia del Superintendente Vicente y el Capitán Rumikel, inventada por nosotros mismos.

Haced click aquí y entraréis en la página de bubok, la editorial que ha apostado por nosotros y nos ha dado todas las facilidades para que lo publicásemos gratis y sin llevarnos un duro.

Feliz verano, amiguitos.

El Superintendente Vicente y el Capitán Rumikel.

lunes, 19 de julio de 2010

Tatatachaaaaannnnnn



¿Qué os pensábais, que os ibais a librar de nosotros tan fácilmente este verano? Ganamos el Mundial, nos vamos de vacaciones, Pablo Motos descansa... no todo iban a ser buenas noticias.

Seguiremos informando.

martes, 29 de junio de 2010

Cubismo en familia


Contrariamente a la creencia popular, no todos los pintores cubistas provienen de familias desestructuradas.

jueves, 10 de junio de 2010

Selfish



Los poetas egoístas siempre riman el ascua a su sardina.

viernes, 4 de junio de 2010

Corazonadas




 - Tenía un corazón de oro. Se lo arranqué y me hice este collar tan chulo.

- Te lo digo con la mano en el corazón. O para que lo entiendas mejor, con la mano donde llevo la cartera.

- Ricardo Corazón de León olía a tigre.

- Yo le di mi corazón. Y ella me enseñó ese dedo.

- No le cabía el corazón en el pecho. Por eso se ha puesto tetas de silicona.

- Me gusta leer las revistas del corazón porque no me gusta leer.

- Te lo digo con el corazón en la mano: ¡¡llama a un médico!!

- El espantapájaros no tenía corazón. Ni pájaros en la cabeza. Vaya mierda de vida.

- Cuando te dije que no te quería me quité un beso de encima, corazón.

- Se me declaró con la mano en el corazón. Y con la otra, donde ya sabes.

- El corazón no tiene caparazón. Por eso duele cuando lo tocan.

- Pensando con el corazón, ¡qué mal se piensa y qué bien se pasa!

jueves, 20 de mayo de 2010

JOMSUITJOM!






Asunto: Re: Re: Re: Enlarge your penis now!


Vicente, esto se derrumba. Y no es que la cantante del grupo se haya comprado una comba. Es peor. 

Todo comenzó cuando asistí a una exposición de arte moderno de esas que va gente con jersey negro de cuello alto y pasean durante horas con una copa en la mano sin beber y cuando hablan entre ellos dicen palabras como “cosmovisión”. Me hallaba yo intentando entender la profundidad de un cuadro abstracto tocándome el mentón como si tuviese ahí el cerebro cuando una mujer de rasgos orientales, edad avanzada y pelo corto se puso a mi lado y me dijo:
           
-       Eso que lleva usted 15 minutos mirando es el cartelito de salida de incendios.
-       Eh… ya, ya, es que le he notado una cosmovisión que ríete tú de la angustia vital. Poliándrico, que es gerundio.
-       Oh, veo que entiende de arte.
-       Es que soy artista. Hago de palmero en Mocedades.
-       Yo también soy artista. Conceptual. Hago cosas raras que nadie entiende y todo eso. Canto, escribo, pinto y hago videoarte. Y si me pongo, tricoto unas rebecas de lana fetén.
-       ¿Y de eso se vive bien?
-       De donde más pasta saco es de la empresita de internet, telefonía y televisión. Hacemos ofertas conceptuales, dices que cuesta 13,99 al mes y luego les cobras 89 euros.
-       Conceptual, muy conceptual.

Sin comerlo ni beberlo (la copa se había recalentado), nos hicimos novios. Un par de días después yo ya tenía barba y melena y posábamos desnudos en una cama de la habitación de un hotel para pedir la paz en el mundo. Y cuando se fueron los fotógrafos, empezó a malmeter: que si el alma de Mocedades soy yo, que qué sería del grupo sin mis palmas, que si deberíamos hacer algo más expresionista, que si esto, que si aquello…

A los chicos del grupo ella no les caía bien. Me decían que era una buscona, que lo único que quería apartarme de ellos, que se aprovechaba de mí, que si las chinas ya se sabe…

La cuestión es que a mí plim porque nunca escucho lo que me dicen. Hago como si sí, pero no. El maravilloso truco de decir ahá cada 28 segundos nunca falla. Y así puedo aceptar a todo el mundo tal cual es. Bien sabe usted, amigo Vicente, que soy un tipo con tragaderas, paciente, condescendiente (a la par que elegante) y que no se mete con nadie ni en un ascensor.

Pero hay una cosa que me molesta sobre manera: que me disparen a bocajarro.

Es que no lo soporto, me pongo de un rabioso que es que pillaría al tipo y le increparía con improperios soeces o le presentaría a Pablo Motos. Pues oiga, aquí en los Estados Unidos la gente tiene esa manía. ¿Pues no me sale un tontolaba gafotas en el portal de mi casa y me dice que me he vendido y que Mocedades ya no es lo que era y que patatín patatán (ahí ya estaba yo diciendo ahá) y se saca una Stradivarius del 76 y percute el gatillo y me mata? ¿Será cretino?

Mientras yacía haciendo un redondelito de sangre en un suéter de lana que me había regalado mi novia pensé “¡quién me mandaba a mí venir aquí a morirme! Y encima, sin saber cómo acaba Perdidos! ¡Esto no puede quedar así!”

Dicho y hecho: me levanté mientras los turistas me hacían fotos, me puse un dedo en el agujero y andando como Fraga llegué a casa, entré en el baño mientras de fondo oía los gritos de la china porque le estaba poniendo perdido el loft y con un cortaúñas me extraje la bala, hice un collar y se lo regalé a la moza con una notita romántica que ponía “All you need es una patada en la entrepierna, snob amarilla.”.

Con una tirita superabsorbente en el pecho me fui al estudio y les comenté a los Mocedades que tendrían que cambiarse el nombre, porque yo  lo dejaba (la “c” es por mí y Moedades no queda bien) así que les propuse “El consorcio”, que tampoco estaba mal. Y ahí se quedaron, ensayando la versión country de “Mis lágrimas me saben a ti”.

En la Quinta Avenida pillé un taxi y le dije:

-       A España.
-       Querrá decir Grecia.
-       No, no, siempre nos confunden. Nosotros somos los de los toros. Y ellos los de los minotauros.
-       Ah… es que últimamente parece que la situación económica de ambos…
-       Ahá.

Mientras escribo esto en mi portátil, vuelvo a sentir la dulce sensación de pasear de noche por la Diagonal. Vuelvo a ver extranjeros dando vueltas a rotondas en otros taxis, gente con zapatillas que no puede entrar en las discotecas, al alcalde intentado votar aún por la opción b y a mucha, pero mucha gente que celebra algo.

Y una de dos, o el Barça ha vuelto a ganar la liga, o os habéis vuelto a acordar de mi cumpleaños. 


Qué tontos, no teníais por qué.…

jueves, 13 de mayo de 2010

Neighbours


La sangre es muy escandalosa.
Mis vecinos también son muy escandalosos.

Paradójicamente, con mis vecinos cubiertos de sangre, se acabó el escándalo.

lunes, 10 de mayo de 2010

Arte y ensayo



Querido Capitán Rumikel Dos Puntos: 


Pese a la insistencia de una pantalla de ordenador de 1986 con piernas y zapatos que me aparece abajo a la derecha, voy a escribirle una carta sin ayuda. A pelo. Así soy yo, un tipo osado que vive al día y que necesita de nuevos retos con los que dotar de emoción a su vida y que por eso a veces cruza la calle sin mirar o mirando de reojillo, que una cosa es la aventura y otra la temeridad. Si fueran lo mismo, se llamarían igual y “La Isla del Tesoro” sería una novela de temeridad y las de Lucía Etxebarría se venderían en los sitios donde puedes contratar un descenso por un barranco. 

Con alegría recibo sus buenas nuevas desde allende los mares o donde diablos esté América o India, siempre las confundo. Nunca desconfié de sus capacidades artísticas, por eso le animé a que se apuntara a los cursos de cocina con microondas del centro social. Hoy, el tiempo me da la razón. Si se hubiese apuntado, la tendría antes (porque con microondas todo va más rápido, ¿lo pilla? Ojalá estuviese aquí para reírnos a mandíbula batiente, ja ja ja, bato mandíbula, ja ja ja). En fin, cierro paréntesis y prosigo.

Por aquí las cosas van más que bien. Este tiempo de solitud me ha abierto los ojos (en sentido figurado, yo ya sabía) y me ha permitido pensar y dar forma a un nuevo proyecto poético/cinematográfico/artístico/filosófico. Estoy acabando el guión de “Una salita de estar en Zamora”. Será sin duda una película de las de arte y ensayo, de autor, de las de filmoteca, de las de listos con bufanda. 


El argumento, más o menos, viene a ser el siguiente: se conocen en un hotel varias mujeres, cada una con una intrahistoria que no se desvela, sino que se deshilacha.

He pensado en actrices de raza, como Emma Suárez, Elena Anaya, Silke, Lucía Lapiedra, Ariadna Gil, Pamela Anderson, Martina Klein, una rusa y Eva Longoria. Qué más da el físico, lo importante es que sientan el personaje.

Súbitamente, y de forma muy poética, todas se dan cuenta de que están en pelotas (en una clara referencia simbólica a la desnudez del alma) y se forman dos grupos: las que tienen el mismo depilado de ingles y las que comparten juguetes eróticos, para remarcar que no todas las mujeres son iguales y que en la diferencia está el secreto.

Emocionadas, y como las mujeres no son como los hombres que no se atreven a mostrar sus sentimientos en público, se ponen a retozar, a hacer el amor y a introducirse cosas por los diferentes orificios, en plan mira qué vida interior.

Todo primeros planos, muy dogma ellos.

Transgresión, poesía, simbolismo, amor…

Y así, frota que te frota, pasamos un buen rato hasta que llegan los diálogos filosóficos:

-       ¿Cómo te llamas?
-       Paz. ¿Y tú?
-       Dolores. Y cuando estás sobre mí, es como si no existiera.

Y venga a frotar.

-       ¿De dónde eres?
-       ¿Qué más da? Uno es de donde está. Por cierto, ¿sabes que tienes el dedo metido en mi esfínter?
-       Sí, ¿molesta?
-       No, no, era por dejar las cosas claras. Ah, yo me llamo Clara.
-       Claro.


Otra se llamaría Luna porque le gusta la noche y se refregaría con Sol, que es rubia e irradia calentura. Y así todo el rato.

La película transcurre entre simbolismos y potorros velludos (¡¡salvemos el Amazonas ya!!) hasta que se acaba, en un final abierto que luego el espectador, que ya se habrá quitado la bufanda, deberá cerrar mientras degusta un té rojo con sus amigos creadores, diseñadores y communitymanagers en un libanés que hay al lado del cine.

¿Qué le parece? Una obra maestra, ¿verdad? Va a ser mejor que mi anterior película, el documental sobre el problema extremeño patrocinado por la Junta de Extremadura en el que patenté mi movimiento de cámara por encima de las cabezas perdiéndose en la dehesa y con el que impedí que pusieran McDonals en Badajoz.

Ya lo tengo todo escrito y pasado a limpio. Incluso lo he encuadernado y con canutillo en espiral, sin reparar en gastos. Ahora sólo queda lo más complicado y farragoso: rellenar este enrevesado medio folio del Ministerio para pedir la subvención.

Malditos burócratas, todo son trabas con tal de no ayudar al séptimo arte.

Espero que estés aquí para el estreno. Vendrá la Ministra y podremos hacerle la gracia de llamarle menestra y que se gire.

Bato mandíbula y cierro en 3, 2, 1…

jueves, 6 de mayo de 2010

El Capitán en su laberinto


Orillas del Missisipi (EE.UU), abril de 2010.


Querido Superintendente:

La gira con Mocedades sigue su camino. Ahora mismo estamos surcando el río Missisipi a bordo de un barco de vapor mientras ahí abajo los caimanes intentan limpiarse los restos de petróleo para no perjudicar más a los fabricantes de bolsos y zapatos, que ya bastante daño les hacen los chinos.

Te escribo para contarte algo que me ha sucedido y que me tiene en ascuas, o como me gusta llamar a mí, en emana anta. Todo sucedió hace unos días. Habíamos dejado Nueva York y nos adentrábamos en la América profunda, aunque hacíamos pie. Tras un bolo en un bar de mala muerte en el que fuimos recibidos con salivazos y botellas que se estrellaban contra los hierros de la jaula en la que tocábamos, nos metimos en un motel de carretera a descansar.

Sin embargo, algo me rondaba por la cabeza. Era un murciélago, cegado sin duda por la luz de los reflejos que me hizo Llongueras antes de salir de España. Desvelado y meditabundo decidí salir a dar una vuelta acompañado por mi armónica. La intención era perfeccionar los acordes de un pupurri de canciones que tocábamos en el segundo bis. Mas la magia de la noche y sus centelleantes estrellas me cautivó y cuando me quise dar cuenta, avanzaba sin rumbo por una senda que se abría paso entre maizales.

Cuando llegué a un cruce de caminos me senté en una piedra y al compás del croar de algunas lejanas ranas comencé a soplar las notas de "Amor de hombre". Fue extraño. Notaba cómo las notas fluían y se entrelazaban de una forma diferente. El aire que expelía de mis pulmones parecía tocado por un hechizo que lo convertía en arte puro. Y "Amor de hombre"sonó como nunca antes había sonado. Sorprendido, detuve mi actuación. Y unas palmas sonaron a mi espalda.

Plas, plas, plas.

Sobresaltado me levanté de un respingo y encendí un fósforo. En la penumbra pude ver a un tipo alto, ataviado con un impecable traje blanco, tocado con un sombrero también blanco y zapatos blancos, imagino que de piel de caimán albino.

- ¿Quién eres? ¿Qué quieres?

- Déjame a mí hacer las preguntas. ¿No has notado nada extraño en tu canción?

- Sí. Ha sonado como si mil malditos ángeles hubieses vertido en mi armónica toda su rabia por no tener sexo. Nunca había oído nada similar.

- ¿Te gustaría tocar siempre así?

- ¿Siempre así o en Siempre así? Que no es lo mismo, ni parecido.

- He dicho que yo hago las preguntas. Si quiero, puedo convertirte en el mejor armonicista de canción ligera del mundo, suponiendo que el que toca la armónica se llame así y que la cantante de tu grupo quepa en la acepción "ligera" de la música.

- Te haría una pregunta, pero como te pones tan farruco...

- No hables. Si quieres la gloria, sólo necesito una cosa de ti. ¡¡Chico, sal de ahí!!

Al oírlo, de entre el maizal salió un jovenzuelo enjuto de mirada triste, barba de días y boca de salmón. Callado y con la cabeza gacha, se ubicó junto al desconocido.

- Éste es mi protegido. Se llama Álex. Álex Ubago. Quiero que lo llevéis con vosotros, diles a los Mocedades que es un amigo, nadie dirá nada porque seáis uno más. Quiero haga la gira con vosotros. Y cuando volváis a España, quiero que dejes el grupo y te vayas con él, que tu armónica suene tan bien que la gente no tenga tiempo para escuchar y analizar sus letras. Tendréis éxito, venderéis muchos discos y tu nombre pasará a la historia de la música con armónica.

- ¿Dejar a los míos a cambio de gloria? Pero, eso sería como vender mi alma al diablo.

- Tú decides. O aceptas o de tus pulmones nunca volverá a salir un do sostenido y acabarás tus días moviendo las maracas para Pau Donés.

- Carambolines, sí que me lo pones difícil. Acepto.

Y desapareció.

Y me quedé en medio de un campo de los Estados Unidos con Álex Ubago, junto al que iba a comenzar una trayectoria musical y al que el grupo acogió sin problemas.

Y durante el concierto del día siguiente, mi armónica sonó tan bien que varios leñadores con camisa de cuadros lloraron de emoción, se tragaron sus gargajos y se rompieron las botellas contra sus cabezas.

Y desde entonces, allá donde hemos ido, hemos arrasado y los medios de comunicación sólo tienen palabras de admiración para el armonicista, que al parecer, sí que se llama así, porque armonicoide o armonizador o armonio suena peor.

Y todo era como yo siempre había soñado.

Sin embargo, por las noches, algo me atormentaba. Y no era el murciélago. Ni las historias que cuentan en la radio en "Hablar por hablar". Ni siquiera la perspectiva de vagar sin alma por el mundo durante el resto de mi vida. Busqué en mi interior qué podía ser y no lo hallé.

Hoy por fin, lo he descubierto.

Bueno, a decir verdad he descubierto dos cosas. Qué es lo que no me dejaba dormir y que Álex Ubago da tanto asco cuando canta que cuando grita mientras lo devoran los caimanes.

Qué tipo más triste.

Por lo demás, todo bien.

Siempre tuyo,

El Capitán Rumikel



P.D. Adjunto te remito una armónica. Véndela en e-bay y con lo que saques, mira a ver si me consigues unas buenas maracas. 

jueves, 29 de abril de 2010

Tómame o déjame



Nueva York, abril de 2010.


Querido Superintendente:


Los primeros días de la gira con Mocedades están siendo un auténtico éxito. Es bestial, tenemos al público americano completamente entregado. Tanto es así que no es nada extraño ver a la gente en la 5ª Avenida haciendo la conga para arriba y para abajo mientras bailan "Al compás del chacachá". Y aún te digo más, ayer abrimos nosotros la Bolsa de Wall Street. Era de abre fácil y nos costó un poquito.


Me gusta la vida del rock&roll star, para qué mentir. Me he integrado sin problemas en el grupo, no me cuesta casi nada aprenderme las coreografías y todos me felicitan cuando hago el "uuuuuu" del estribillo de "Eres tú", otra de nuestros melocotonazos.


 Y aunque (por envidia, imagino) se muestran reticentes a aceptar mis ideas, creo que al grupo le viene bien un poco de aire fresco como el que yo traigo. ¿Pues no me dijeron que no veían apropiado que la cantante se lanzara al público en plena actuación? Si lo hacen los Barricada y la gente recoge a un tipo melenudo y andrajoso, ¿por qué no iban a hacerlo con una señora de bien como Amaia, que va limpia como ella sola?


Y luego creábamos un grupo en facebook de Señoras que cantan en Mocedades que se lanzan al público y hale, ya nos hemos ganado a la chiquillada. Sí, sí, ya sé que soy un adelantado a mi tiempo y que mis ideas preclaras a veces cuestan de asimilar por mentes menos abiertas, pero no desfallezco, estoy acostumbrado a la incomprensión del genio.


Anoche tuvimos actuación en el Madison Square Garden. Qué sensación, cantar en el mismo escenario donde antes lo hicieron grandes del espectáculo como Juan Pardo, Mari Trini o Patxi Andión. Allí arriba, con todo el público coreando "y los muchachos del barrio le llamaban loca" y tú te sientes grande, sabes que las letras que tanto esfuerzo costaron a José Luis Perales, sabes que todos los kilómetros de autobús que hicimos para llegar a Nueva York y tantas noches en hoteles, han valido la pena.


Hemos conectado con el público neoyorkino, y es que la sensibilidad y el arte no entiende de nacionalidades. Claro, unos tipos que aprecian a Woody Allen, ¿cómo no iban a hacerlo con los hermanos Uranga, que ni siquiera se casan con sus hijos? Y yo me siento feliz, me siento vivo, siento que he encontrado mi sitio, vestido con un traje azul clarito, camisa blanca, patillas y bigote, a la derecha de Amaia y susurrando "tómame, o déjame, si estoy despierta déjame soñar..."


Y así, en medio de un sueño que comparto contigo, viejo amigo, me hallo ahora mismo. Quién sabe hacia qué derroteros virará esta aventura musical en la que estoy inmerso. No sé si la piratería o una agresiva promoción de cualquier paupérrima canción del verano echarán al traste el proyecto. Pero mientras dure, que nos quiten lo bailao.


Confío en recibir pronto noticias tuyas. Ahora te dejo, Vicente, pues me marcho con la música a otra parte.


¡Larga vida a Mocedades!

jueves, 22 de abril de 2010

El Síndrome Pau Donés



De todos los placeres que uno puede regalarle al cuerpo a diario sin que ello suponga un excesivo dispendio económico ni un grave perjuicio para su salud, sin duda ninguna, el más gratificante es el de la merendola post siesta.

Sentado en mi sillón de orejas y leyendo el chiste de Garfield de las páginas centrales de La Vanguardia me hallaba cuando Benito, mi mayordomo, puntual como la denuncia de un abogado de Ramoncín, entró en el salón portando en su bandeja un platito de altramuces maridados con un batido de chocolate marca Hacendado. Bocatti di Cardenali.

No había apretado aún el primer altramuz haciéndolo salir disparado hacia mi boca cuando irrumpió en la habitación el Capitán Rumikel. Tan alborotado estaba que ni siquiera reparó en que Benito aún no había vuelto a sus quehaceres.

-       Viejo amigo –le dije- pareces alterado, ¿qué te ocurre? ¿te has vuelto a cruzar con Leticia Sabater?
-       ¿Es que no te has enterado? ¡En toda la ciudad no se habla de otra cosa!
-       Discúlpame, Capitán, mas un ataque de lumbalgia me ha tenido postrado estos tres últimos días. Y he aprovechado el reposo para ponerme al día con periódicos atrasados. ¿Sabías que Gento se ha retirado?
-       Sí hombre, para hablar de cine estoy yo ahora. Acaba de salir el último número de la revista “Blogs de tipos que hacen fotos y escriben tonterías” y hay una reseña sobre nosotros. ¿Sabes qué dice?
-       Ardo en deseos de conocerlo.
-       Lo he memorizado para no tener que comprarlo, nunca sabes cuándo puedes necesitar un euro. Escucha: “(…) y tras su vuelta a la actividad bloggil, es evidente que el caso de “Quien no tiene un blog es porque no quiere” debe apuntarse a la amplia lista de los afectados por “El Síndrome de Pau Donés”. Sin duda, una pena que bla, bla, bla…”
-       ¿El Síndrome Pau Donés? ¡¡Pero si nosotros nos duchamos!!
-       Disculpe la intromisión, señor – intervino Benito-. Debido al portazo en la cara que en su alocada entrada me dio el Capitán he escuchado, postrado en el suelo y sangrando por la nariz, su conversación. Y si me permiten, puedo explicarles a qué se refiere el redactor cuando habla de dicho mal. Contrariamente a lo que usted piensa, no tiene nada que ver con costumbres higiénicas.
-       Permiso concedido. Ilústranos.
-       Verán. Se conoce como afectado por El Síndrome de Pau Donés a aquél incapaz de hacer algo diferente a lo que una vez hizo gracia y por ende, se torna en alguien repetitivo, pesado y al que dan ganas de matar cuando te lo encuentras por la calle. Curiosamente, no se llamaba así originariamente, sino “El Síndrome Macintosh”, pero al escuchar el disco “Reciclando”, la Academia de Enfermedades Estúpidas tuvo que reunirse de urgencia y darle el nombre, por pesado. Si bucean un poco en la historia descubrirán que el primer afectado fue el galés Laurence Macintosh, que en 1937, tras el éxito de su primer libro “El glamour del mondadientes” sufrió tanta presión a la hora de escribir su segunda obra que le salió, sin quererlo, otro libro exactamente igual, llamado, claro, “El glamour del mondadientes”. La editorial se vio obligada a incluir un apartado de tomas falsas, con algunas frases con faltas de ortografía, otras cortadas a mitad con “ja, ja, jas” y similares para mantener el interés y las ventas. Tras esta experiencia, Macintosh siguió escribiendo una y otra vez la misma novela hasta que, viejo y machacado anímicamente, se suicidó clavándose un mondadientes en el corazón. Como estaba muerto, se reeditaron todos sus libros iguales y fueron varios éxitos de ventas.
-      Vaya. Me deja de piedra, Benito. Capitán, esto es una afrenta a nuestro ingenio. Mañana mismo les publicamos una historia en la que David Meca intenta cruzar a nado el canalillo de Rita Barberá. Y no escatimaremos en palabras modernas como dabuti, fetén o camiseta imperio. ¿Tienes la cámara preparada? ¡Van a ver estos quiénes somos nosotros!
-       Ejem, Vicente, yo ya sabía qué significaba lo del Síndrome.
-       ¿Y por qué no lo has dicho?
-       Porque como lo escribes tú, no me has dejado meter baza desde que ha aparecido detrás de la puerta Benito. Mira, lo he estado pensando, y creo que nos repetimos porque pasamos demasiado tiempo juntos. Así que he decidido marcharme un tiempo, ver mundo, salir de Barcelona, incluso de Catalunya. Dicen algunos que hay tierra más allá, al parecer una aixeneta lo vio desde lo alto de una torre con folre i manilles.
-       ¿Y dónde vas a ir, hombre de Dios?
-       Me ha salido una oportunidad. Es época de nostalgias y revivals, por lo que un avispado representante ha conseguido volver a reunir para una gira mundial a los Mocedades. Están todos, excepto Sergioyestíbariz, a quien yo sustituiré.
-       ¿A los dos?
-       ¿Cómo dos? Pensaba que era un nombre vasco. Pues sí, a los dos. Mi misión es hacer “mmmmmm” con la boca mientras ellos cantan “Ay, amor de hombre”.
-       Gran canción, sin duda. Si esa es tu decisión, no soy quién para cortarte las alas. Ve, Capitán, ve. Vuela libre, descubre el mundo, y mándanos postales de los lugares que visitas, cuéntanos tus andanzas y cuando hayas saciado tu sed de aventura, vuelve, que aquí estaré yo, acompañado de Benito y de unos altramuces con batido para que repongas las fuerzas. Mientras, el peso del blog recaerá en mis espaldas, aunque con lo del lumbago, no sé yo cómo quedaremos.
-       Gracias Vicente, me voy. Pero como dijo mi boomerang, volveré.

Y se fue.

Cerró la puerta y desapareció en busca de emociones. Yo me quedé toda la tarde sentado en el sillón. Apenas toqué los altramuces y no pudo acabarme el batido. Pensaba en cómo iba yo a soportar tanto tiempo sin mi amigo, deseaba que todo le fuese muy bien y ya esperaba impaciente su regreso, aunque sabía que muy probablemente, cuando volviese a cruzar la puerta de nuevo y nos abrazásemos, yo notaría en silencio que su ropa olía a leña de otro hogar…

(continuará)

miércoles, 14 de abril de 2010

Nuestros problemas con las mujeres



Si el empecinado lector tuviese que elegir un calificativo que, sin insultarnos ni mentar a nuestras familias, nos describiera, posiblemente se quedaría como el periodista zangolotino y vago que recurre a los tópicos ante una nueva jugada de Messi: sin adjetivos.

No obstante, si la pregunta se nos trasladase y recayese en nuestras curtidas en mil batallas manos la labor de elegir un epíteto que nos acompañara en todas las glosas que de nuestra personalidad se hicieren en contraportadas de libros, artículos de opinión, estudios universitarios, enciclopedias submarinas y demás zarandajas literarias, no cabe duda de que el escogido sería el de mujeriegos.

Sí, amigos, aquí donde nos ven, somos unos mujeriegos de tomo y lomo. Estamos en el mismo bando  que grandes galanes conquistadores como Paco Rabal (cuando era más joven y estaba vivo), Imanol Arias, Álex Ubago (quien no es mujeriego es porque no quiere), uno que sale en Gran Hermano o Hugo Silva.

El único problema con el que nos encontramos a la hora de desarrollar nuestra pasión por el sexo opuesto es que las mujeres, mira tú por dónde, no son nada nosotrosiegos. Lo que hay que ver.

No sabemos por qué, algo falla. Algunos piensan que es porque desprendemos algún tipo de feromonas que, sin pretenderlo, las repele. El nombre científico lo desconocemos, pero parece ser que comúnmente se le llama "sudor reseco envejecido en axila desde años ha" y es muy habitual en gente muy dada a la vida contemplativa y poco tiempo para ducharse como los curas con sotana con niño dentro o los intelectuales, grupo en el que también estamos, contrariamente a lo que le sucede a Álex Ubago y al de Gran Hermano.

Y a Hugo Silva, aunque él piensa que sí y acude con bufanda blanca y comiendo altramuces a las presentaciones de los libros y los demás le hacemos el vacío mirando al techo y mascullando "mmmmm..." como diciéndoselo sin parecer descorteses pero claro, al no ser intelectual, no lo pilla. Cosas de intelectuales, ustedes no lo entenderían.

Preocupados ante una situación de tal calibre que nos ha llevado a no conocer doncella en todo el tiempo que ha transcurrido desde que iniciamos este blog, empezando a contar desde varios años antes, tanto el Capitán Rumikel como quien les habla decidimos ponernos en manos de especialistas.

No, no se alarmen. Este relato no trocará ahora hacia derroteros eroticofestivos con señoritas ligeras de ropa que espatarradas le susurran a uno cosas bonitas a cambio de un generoso donativo para comprar prendas con las que tapar sus pudendas y voluptuosas partes. No somos de esos.

No tenemos tanto dinero.

Cuando hablamos de especialistas nos referimos a gente que haya estudiado una carrera universitaria que le permita ejercer la medicina. Como no tenemos seguro médico (si tuviésemos pecunia para eso ya lo habríamos invertido en señoras) y en la Seguridad Social no nos dejan entrar hasta que no devolvamos los kilómetros de venda que robamos para disfrazar de momia a la alcaldesa durante el pasado carnaval de El Cabanyal, nos vimos obligados a buscar un galeno que, por lo privado y sin pagar, nos reconociese y nos recomendase qué podríamos hacer para gustarles más a las mujeres o en su defecto, a los hombres vestidos de mujeres, tampoco era plan de ponerse sibaritas en la primera visita.

Alentados por un amigo que había comido ajo acudimos a ver al Dr. Awde, que se pronuncia como un coche pero que se escribe de otra forma como habrá discernido el audaz lector. Nos sorprendió que tuviese la consulta en el banco de un parque y que nos recibiese con un sombrero de ala corta en la cabeza, mirada baja y un whisky on the rocks in his hand. Pensamos que serían cosas de la medicina moderna, el feng shui y todas esas cosas de los modernos, grupo al que no pertenecemos.


Hugo Silva sí, las cosas como sean.

- Verá doctor, es que nosotros tenemos un problema.
- Ustedes dirán.
- Nos gustan mucho las mujeres. Pero nosotros a ellas no.
-  ¿Eso que huele son ustedes?
- Nuestras feromonas. Si lee un poco más arriba verá que...
- Mmmm, déjenme pensar... Y échense a un lado, estoy a punto de devolver.

Es curioso lo mucho que tarda el tiempo en pasar cuando estás de pie en medio de un parque, a merced de los balonazos de los niños torpes, de los encontronazos con los corredores abnegados o de las deposiciones aéreas de las palomas hijasdeputa. En sólo tres minutos habíamos recibido tres de lo primero, nos habían insultado dos de los segundos y nos habían adornado las testas con siete de lo tercero.

Transcurridos ellos, el Doctor, con los hombros apoyados en el respaldo del banco y las piernas cruzadas, dejándonos ver que la moda del calcetín blanco vuelve con más fuerza que nunca, levantó la cabeza y dijo:

- Ya sé lo que les pasa.
- ¿Es grave?
- Mucho.
- ¿Es benigno? Y si es, ¿qué significa benigno?
- Ustedes son feos. Feos hasta decir basta. Tan feos que duele verles. Son feos como no hay nada más feo en este mundo. Ustedes no sirven ni como modelos de cuadros cubistas. Las mujeres no se les acercan por el mero hecho de que ellas son animales racionales y saben que llegados a un punto de horror, la gente muere ante tanta fealdad. No he visto nada más feo ni cuando tuve que extirpar un hemorroide tamaño balón medicinal de la cara de un hombre ya de por sí feo. Sé de gente que se quitaría los ojos de sus cuencas con una cucharilla de café para no tener que soportar más la visión de sus rostros. No se dejen engañar con lo de que la belleza está dentro de cada uno, ni haciéndose el hara kiri podrían ser más feos. Son horribles, asquerosos, manifiesta y groseramente feos. Cualquier otra cosa que les digan es una patraña que trata de esconder una realidad que se les muestra cada mañana frente al espejo.

Por lo demás, están ustedes estupendamente bien. Eso sí, no fumen.

Un diagnóstico así, tan impreciso, tan abierto, nos dejó llenos de dudas. Dudas que quisimos que nos resolviera. Mas fue en vano, ya que tras su discurso, apuró de un trago su whisky, se ajustó el sombrero y sin decir esta boca es mía, se largó, haciéndonos, claro, un tremendo feo.

Y mientras veíamos su figura alejarse en el horizonte, llegamos dos conclusiones:

a) Hay gente que no tiene el mismo concepto de belleza que nuestras abuelas.

b) Hay gente que lleva muy mal que tengamos más fans que él en facebook.



Dedicado con todo cariño, admiración y una cerveza pagada a nuestro médico de cabecera y a su alter ego. 

viernes, 9 de abril de 2010

Una pequeña historia


Cuando la Bella Durmiente despertó, Bibiana Aído todavía estaba ahí.

jueves, 25 de marzo de 2010

Astenia primaveral


Pese a lo que pueda parecer si alguien nos toca el estómago con el dedo, no somos de piedra. Sentimos, sufrimos, nos alegramos, lloramos y hacemos más cosas que no diremos por si hay niños leyéndonos, con lo malo que es eso, lo de leer, en según qué edades. Miren si no lo que le pasó a Hitler, que leía libros de caballería cuando zagal en su Asturias natal y luego creyó que los judíos eran gigantes y los intentó fichar para un equipo de baloncesto y se armó la de San Quintín, que en realidad se llamaba Quinto y curiosamente era hijo único. Y bajito, por lo que no pudo entrar en el equipo de baloncesto. De todos modos, como era santo, no podía hacer faltas personales ni pillar rebotes, así que casi mejor para todos.

Una vez aclarado esto (era necesario, créannos, recibimos cada carta quejándose de cada cosa que nos vemos obligados a no dejar nada en el aire, malditos jubilados antisemitas) les comunicamos que debido a la crisis que nos asola y a la escasez de nuevas misiones con las que salvar el mundo, nos hemos visto obligados a dejar nuestra mansión del barrio de Pedralbes en una gasolinera para que la adopte alguien y a vender a precio de ganga (ganga cara, pero ganga al fin y al cabo) nuestra cabaña en Aspen, Colorado.

Y nos hemos mudado pero con ropa de vestir, así informales, ya saben cómo somos. Y nos hemos trasladado y puesto a compartir un piso de estudiantes sito en el barrio de Gracia. Pero no se crean que nos hemos convertido en unos perroflautas con greñas y porros y longplays de Macaco, seguimos siendo tan finos y elegantes como siempre. Progres, pero elegantes, que por mal dadas que vengan, nuestro batín con escudo y nuestras pantunflas de cuadritos no nos las quita nadie.

Todo cambio requiere de un proceso de adaptación, pero nosotros somos hombres de mundo y apenas nos ha costado pasar de una parcela de 10.000 metros cuadrados, piscina, sala de billar, campo de voleibol femenino y chimenea tamaño boca de María Abradelo a un cuchitril de dos espacios (¡tirando por lo alto!), cocina integrada (me huele la almohada a pescaíto frito, no todo iba a ser malo) y un felpudo que dice Hola y que al estar fuera de casa, hace las veces de terraza.

Quien no lo lleva del todo bien es Benito, nuestro mayordomo, que no controla bien las nuevas dimensiones e igual nos sirve el desayuno a nosotros que a los vecinos del quinto que curiosamente, mira cómo son las cosas, no tienen nada que ver con San Quintín, pero que tienen un amigo al que le gusta el baloncesto. El mundo es un pañuelo, va a ser verdad eso de que todo está interconectado. Ya sólo me falta encontrar un judío al que le guste leer libros sobre alemanes con bigotillo y habré cerrado el círculo. Si conocen a alguno, mándennos un burofax, por favor.

Ya que teníamos un piso de estudiantes y como hombres consecuentes que somos (elegantes, pero consecuentes) decidimos apuntarnos a la universidad. A mí siempre me ha hecho ilusión aprender a leer (no todo iba a ser escribir y escribir) así que me matriculé en la Universidad de Lectura o algo así, porque como no sé leer (tiempo al tiempo, aprendo rápido) uno va dando palos de ciego. Y hablando de ciegos, el Capitán Rumikel decidió dedicarse profesionalmente a la fotografía, por lo que se matriculó en todas las universidades que encontró en un maquiavélico plan que dará sus frutos dentro de 5 años cuando todos sus compañeros necesiten hacerse una orla y ¡voilà! ahí estará él con su cámara y su objetivo.

Tanto estudio y tanto plan de futuro nos hace llegar a casa rendiditos. Y esa y no otra debe ser la razón por la cual no hemos utilizado aún la primera norma que se pone en una casa de estudiantes: cada vez que uno de los dos (esto es importante, porque si estamos los dos a la vez no tiene sentido) se halle en su habitación yaciendo con una zagala de sexo opuesto siempre y cuando el opuesto sea femenino (quisimos remarcarlo bien para evitar problemas posteriores y dejar bien evidente que seremos progres pero machos como el que más), debemos dejar un calcetín en el pomo de la puerta pero por la parte de fuera (con el Capitán toda redundancia es poca) para que el otro al llegar a casa sepa:

a) que no puede entrar salvo que el otro le llame por su nombre a voz en grito y añadiendo después de su nombre las palabras "trae" "un" "saco" "tamaño" "señorita" "y" "algo" "para" "limpiar" "la" "sangre" y en ese orden estricto.

b) que no puede pasearse por casa ataviado únicamente con el batín y las pantunflas, ya que hay una señorita en casa. Así que debemos ponernos el pañuelo de seda que tan bien nos queda. Y atarnos el batín.

c) enchufar la webcam.

d) grabar Scrubs que luego contado no tiene gracia.

e) preguntar a los del quinto si saben algo de Benito que se fue a por uvas y se lo llevó el viento provocado por unos molinos gigantes con bigote y camiseta meyba estilo chicho sibilio.

Ya les digo, aún no se ha dado el caso de tener que usar el calcetín. Y uno se empieza a preocupar, no porque tema que haya perdido su sexappeal con las chavalas, no, sino que porque con el cambio de tiempo, la vuelta del solecito y la llegada de la primavera, uno, que como he dicho es hombre de mundo (se les tiene que repetir todo, ¿eh?) muda su atuendo cual culebra riachuelera y donde antes llevaba batín ahora luce quimono de hilo japonés y donde antes calzaba pantunflas calentitas ahora anda con paso firme con chancleta de las de poner el dedito. Y las llevo sin calcetines, así soy yo de moderno (algunos me confunden con el más homosexual de los de Astrud, no les digo más).

Es por ello que hemos pensado que para evitar malos entendidos y sorpresas desagradables (a la par que elegantes), y aunque ello pueda suponer depresiones primaverales y suicidios varios entre las muchachas con bidones de gasolina que nos leen, vamos a iniciar una época de castidad y abstinencia sexual que se prolongará hasta después del verano, cuando vuelvan los rigores (qué bien traído) del invierno y volvamos en enfundarnos nuestros calentadores estilo Lali Ruiz, que por si no la recuerdan, fue la señora que sustituyó a Eva Nasarre en el programa de gimnasia que veíamos cuando éramos niños mientran todos los demás amigos estaban en las bibliotecas devorando guardianes entre el centeno, metamorfosis y demás morralla.

Y así les ha ido.